CATEQUÉTICA

CATEQUESIS ADULTA

APUNTES DE CATEQUESIS PARA UNA FE ADULTA.

INDICE:

1 EL SER HUMANO EN BUSCA DE DIOS

Pregunta por el sentido de la vida

Dios sale a nuestro encuentro
2 LA REVELACIÓN DE DIOS

Dios se manifiesta
Cristo Jesús, Enviado de Dios, Rostro y símbolo de Dios, nos revela el misterio divino para darnos vida
La Predicación de los Apóstoles (Ver: Dei Verbum 7)

La palabra divina en la Biblia
El tesoro de la fe confiado a toda la Iglesia
3 LA FE, RESPUESTA A LA REVELACIÓN

Respuesta humana a la Revelación divina

La fe es una respuesta de entrega y decisión personal confiada a Dios.
La fe es una adhesión personal de la persona a Dios;
La fe es un don de Dios.
La fe fomenta el amor y la esperanza.
La fe es un acto personal:
 3B. LA SEÑAL DE LA CRUZ
3C. LAS TRES PREGUNTAS PARA LA PROFESIÓN DE FE ANTES DFEL BAUTISMO

3 D. PADRE NUESTRO: LA ORACIÓN DE JESÚS, PALABRA POR PALABRA
3 E. RESUMEN DE NUESTRA FE CON PALABRAS DE LA CARTA PRIMERA DEL APÓSTOL JUAN
3F. RESUMEN DEL CREDO
4. CELEBRACIÓN DE LA FE EN LOS SACRAMENTOS

 SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

BAUTISMO:

CONFIRMACIÓN:

EUCARISTÍA:

SOBRE EL BAUTISMO

SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

LECTURA DEL EVANGELIO: (Jn 20, 19.23)

RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS DEL BAUTISMO:

ORACIÓN PARA PEDIR QUE VENGA EL ESPÍRITU SANTO

UNCIÓN CON EL SANTO CRISMA. CONFIRMACIÓN

SOBRE LA EUCARISTÍA

El “sí”de Dios a nosotros y nuestro “Sí” a Dios

La Misa

Eucaristía, Acción de gracias

Bendición, alabanza y gratitud

LA CELEBRACIÓN DEL PERDÓN: EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

Preguntas para conversar sobre la confesión y para preparar su celebración durante el día de retiro que tendremos en Cuaresma.

Celebración del perdón en el confesonario

UNCIÓN DE UN ENFERMO EN PELIGRO

LOS SACRAMENTOS AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD

ORDEN Y MATRIMONIO

SACRAMENTO DEL ORDEN

EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

ACOMPAÑANDO A LOS NOVIOS EN LA IGLESIA

5 CREO EN DIOS PADRE TODOPODEROSO

CREO EN DIOS PADRE Y MADRE, TODOPODEROSO Y TODO MISERICORDIOSO, CREADOR DE CIELOS Y TIERRA

6  CREO EN JESUCRISTO, DIOS HECHO HOMBRE,
VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE.

JESÚS ES EL ENVIADO, EL CRISTO, EL SEÑOR

El Jesús de la historia

Del Jesús de la historia al Cristo de la fe

Reconocer a Jesús como el Cristo, el Mesías, el Enviado, el Señor, el Salvador.

¿Qué quiere decir “sentado a la derecha de Dios”?

¿Qué es la “Encarnación”? Dios se hizo hombre, su Palabra se hizo carne.

8  BAJÓ DEL CIELO Y SE HIZO HOMBRE PARA NUESTRA SALVACIÓN

La Palabra-Sabiduría de Dios se hizo hombre

Para nuestra salvación

 ¿Qué significa Redención?

JESÚS, MARÍA Y JOSÉ: FAMILIA HUMANO-DIVINA

El Misterio de la Navidad, en Credos y Catecismos

La familia humano divina de María, José y Jesús. Reflexiones de fe adulta

Relatos evangélicos de Navidad

1 EL SER HUMANO EN BUSCA DE DIOS

Pregunta por el sentido de la vida

El ser humano es capaz de preguntar por Dios y por el enigma y el sentido de la vida, pero el pensamiento humano que hace esas preguntas es como un montañero que va trepando hacia arriba, pero no acaba de llegar a la cumbre. Se va acercando a la puerta del misterio y no acaba de llegar; se queda a la espera de que desde más allá de esa puerta le salga al encuentro el Misterio. En realidad, el mismo Dios nos estaba empujando desde dentro de nosotros para que le busquemos. Dios no estaba más allá a lo lejos, sino más acá, en lo profundo de mi ser, de la vida y de todo. Dios nos sale al encuentro de muchas maneras; por medio de la naturaleza, de la historia, de las otras personas y acontecimientos de la vida, y a través de nuestra interioridad. Dios es, como dice san Agustín, lo más íntimo de la íntimo mío. La religiosidad es el descubrimiento de Dios en esa interioridad. La religiosidad no es una característica más del ser humano junto a otras, sino la dimensión de profundidad de todos los aspectos del ser humano y de la vida.

Se llama Revelación a la manifestación de Dios que sale al encuentro de nuestra búsqueda de Él. Nos sale al encuentro en la naturaleza, en la evolución de la vida, en la historia de la humanidad, en la historia de las religiones, en los símbolos del sentido de la vida de las diversas religiones, en la historia de salvación que recuerda la Biblia hebrea y, sobre todo, nos salió al ensuentro definitivamente en Jesucristo: Dios hecho humano, el Enviado (eso es lo que significa el Mesías, el Cristo) para revelarnos a Dios y para nuestra salvación. La fe es la respuesta humana a la manifestación de Dios que sale al encuentro de nuestra búsqueda. La fe cristiana es la entrega confiada de sí mismo en brazos de Dios por medio de Jesucristo que es el Camino, la Luz y la Vida que da sentido a la vida.

Las preguntas básicas humanas y las religiones

Las personas buscan en las diferentes religiones una respuesta a los enigmas de la vida humana. Los problemas que angustian al corazón humano son los mismos hoy y en el pasado. ¿Qué es lo que nos humaniza y lo que nos deshumaniza? ¿Qué debemos hacer y qué no debemos hacer? ¿Por qué el sufrimientoy y para qué puede servir? ¿Dónde está la verdadera felicidad? ¿Qué ocurre al morir? ¿Qué juicio o remuneración nos aguarda después de la muerte? Y finalmente, ¿cuál es el misterio último, más allá de toda explicación humana,que envuelve nuestra existencia, el origen de dónde venimos,y el fin hacia el que caminamos?

Dios sale a nuestro encuentro

“En múltiples ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por los Profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por un Hijo, al que nombró heredero de todo, lo mismo que por él había creado los mundos y las edades” (Hebreos 1, 1-2) .
“La Palabra-Sabiduría de Dios se hizo hombre, acampó entre nosotros y contemplamos su gloria; gloria de Hijo único del Padre, lleno de amor y de lealtad” (Juan 1m14).
“A Dios nadie le ha visto jamás; es el Hijo único, que es Dios y está al lado del Padre, quien lo ha explicado” (Jn 1, 18) “Lo que existía desde el principio, lo que oímos, lo que vieron nuestros ojos, lo que contemplamos y palparon nuestras manos, -hablamos de la Palabra, que es la Vida. Porque la Palabra se manifestó, nosotros la vimos, damos testimonio y os anunciamos la vida eterna, que estaba de cara al Padre y se manifestó a nosotros-, eso que vimos y oimos os lo anunciamos ahora, para que seáis vosotros solidarios con nosotros; además, esta solidaridad (koinonía) nuestra lo es con el Padre y con su Hijo Jesús, el Mesías. Os escribimos esto para que nuestra alegría llegue a su colmo (1 Juan 1, 1-4).

2 LA REVELACIÓN DE DIOS

Dios se manifiesta
Las personas buscan en las diversas religiones una respuesta a los enigmas de la vida humana. ¿Qué es lo que nos humaniza y lo que nos deshumaniza? ¿Cuál es el sentido y la finalidad de la vida?
Llamamos RevelaciónDios. Nos sale a nuestro encuentro de diversas maneras. Dios sale a nuestro en cuentro 1) en la naturaleza, 2) en la evolución de la vida, 3) en la historia de la humanidad, 4) en la historia de las religiones, 5) en los símbolos del sentido de la vida en las diversas culturas, y 6) de un modo muy especial, en la historia de la religiosidad del pueblo hebreo. La Biblia cuenta esta historia de Dios al encuentro de la humanidad como una historia de salvación.
Dios, al salir al encuentro de la humanidad y revelarse, da una respuesta definitiva a las cuestiones que nos planteamos sobre el sentido y finalidad de la vida.
Cristo Jesús, Enviado de Dios, Rostro y símbolo de Dios, nos revela el misterio divino para darnos vida

 “En múltiples ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestos padres por los Profetas. Ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, Cristo Jesús.” (Hebreos 1, 1-2). “A Dios nadie le ha visto jamás; es el Hijo único, que es Dios y está al lado del Padre, quien lo ha explicado” (Jn 1, 18). Dios se ha revelado plenamente enviando a Jesucristo, que es su Palabra y revelación definitiva. Dios “quiere que todas las personas se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 4), es decir, al conocimiento de Cristo Jesús” (cf. Jn 14, 6).
 Reconocer a Jesús como el Cristo es el punto de partida de la fe. Cristo (en griego) y Mesías (en hebreo) es un nombre para significar que Jesús es el Enviado de Dios, el Ungido con una misión. La misión de Jesús es revelarnos a Dios y darnos vida. Jesús nace alrededor del año 6 o 7 de la era común y muere injustamente ajusticiado alrededor del año 27. Pasó los últimos tres años de su vida recorriendo el territorio de Galilea, por donde pasó haciendo bien, sanando, animando, dando vida y predicando la Buena noticia de la llegada del reinado de la vida, que nos da esperanza y sentido de la vida.

Jesús anunció la llegada del Reinado de la vida, la realización del Dominio o Reinado de Dios, de un mundo como Dios desea, un Reinado de verdad y vida, de santidad y gracia, de justicia, amor y paz. Es decir, la verdadera felicidad y unión de todos los hijos e hijas de Dios en la comunidad de un mundo de hermanos y hermanas. Jesús anunció la llegada de ese reinado de Dios. Ese reinado está empezando a llegar por obra de la acción divina. Nosotros estamos llamados a colaborar para hacer que llegue ese reinado de Dios, ayudando a empezar a construir ese cielo en esta tierra. A ese anuncio gozoso lo llamamos la proclamación de la Buena Noticia, el Evangelio.

Esta enseñanza y acción sanadora de Jesús dio esperanza al pueblo sencillo. Pero fue considerada peligrosa y subversiva por parte de los dirigentes de la religión establecida. Jesús fue apresado, juzgado y condenado injustamente por el tribunal religioso (el Sanedrín) y entregado al poder político (de los colonizadores romanos), que lo condenó a muerte en cruz. Pero su muerte no fue una derrota, sino una victoria sobre el mal y sobre la muerte, porque Jesús, al morir, entró en la Vida de la Resurrección que garantiza nuestra vida eterna, nuestra vida más allá de la muerte.

Los discípulos de Jesús, que se habían dispersado desilusionados tras su ejecución, fueron reunidos por el Espíritu de Jesús, que les hizo vivir la experiencia de reconocer al crucificado como el Resucitado, El Que Vive. Y así comenzó la comunidad de seguidores de Jesucristo, que es la iglesia, que peregrina en la historia dando testimonio de la unidad del género humano y trabaja para construir el Reinado de la Vida, el mundo como Dios quiere, el mundo de hijos e hijas de Dios que se aman como hermanos y hermanas.

La Predicación de los Apóstoles (Ver: Dei Verbum 7)
Jesucristo envió a los apóstoles a predicar a todas las personas el Evangelio, es decir, la Buena Noticia de parte de Dios, que nos da vida y esperanza. Esa Buena Noticia nos dice que somos hijos de Dios, que Dios nos ama y quiere nuestra salvación en la vida definitiva con Él para siempre.
 La transmisión del Evangelio se hizo de dos maneras: de palabra y por escrito, ambas inspiradas, ayudadas e interpretadas por el Espíritu divino, el Espíritu Santo, que es el alma de la Tradición apostólica, de la lectura de la Biblia y de las enseñanzas de la Iglesia, que cuida la herencia de la revelación para alimentar la fe. La tradición que viene de los apóstoles se desarrolla y evoluciona en la Iglesia con la ayuda del Espíritu Santo. Se crece en su comprensión de tres maneras: 1) por la contemplación y el estudio de los fieles, 2) por la luz que reciben en la experiencia de la vida espiritual, 3) por la predicación de los suscesores de los apóstoles cuando ponen en prática el carisma de ayudar a caminar hacia la verdad. (Así lo dice el Concilio Vaticano II, en el documento sobre la Palabra de Dios, Dei Verbum, n. 8)

La palabra divina en la Biblia

La Biblia es una colección de muchos libros. Hay que aprender a leerla como un álbum de familia de las comunidades creyentes.
 Los libros del Antiguo Testamento (la Biblia del pueblo hebreo) son los libros religiosos del pueblo de Israel, que representan la Antigua Alianza o Promesa de Dios al pueblo que heredaba la fe de sus antepasados guiados por Abrahán y Moisés.
 En el Nuevo Testamento o Nueva Alianza aprendemos la fe y la nueva relación de Dios con nosotros, tal como nos las enseñó Jesucristo. Esos libros son los Cuatro Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan), los Hechos de los Apóstoles y otros escritos de los primeros seguidores de Jesús, por ejemplo, las Cartas de Pablo, Pedro, Juan, etc.
 Evangelio quiere decir Buena Noticia, Buena Nueva o Alegre Noticia. El Evangelio o Buena Noticia que aprendemos en los Cuatro Evangelios es la buena noticia que Jesús nos dio sobre Dios. Jesús enseñó que Dios es como el mejor Padre y la mejor Madre de todos nosotros, que somos todos hermanos y hermanas. Dios es como un Padre y Madre bondadoso y misericordioso, fuente de vida y esperanza. Dios es como el aire que respiramos. Está presente en todas partes, aunque no le vemos con los ojos de la cara. Le vemos y oimos con los ojos y oidos de la fe. En sus manos estamos, “en Él vivimos, respiramos, nos movemos y exsistimos” (Hechos de los Apóstoles, 17).
 A Dios nadie lo ha visto. Pero podemos conocerlo porque Jesús, el Enviado de Dios, nos lo dio a conocer . Jesús nos lo explicó, nos lo interpretó nos lo hizo cercano, como dice el apóstol Juan (Jn 1, 18).
 Evangelio significa también la Buena Noticia sobre Jesús que, además de ser Enviado de Dios, es mucho más: es el mismo Dios hecho hombre para mostrarnos a Dios, hablarnos de Dios y darnos vida.
 Jesús es el hijo de María y José, que además es el Hijo de Dios, que llamaba a Dios su Padre y se dirigía a Dios con la palabra Abba (que significa “papá”). Con esa palabra se dirigía Jesús a Dios cuando rezaba por todos nosotros para que estemos unidos como hermanos y hermanas.


El tesoro de la fe confiado a toda la Iglesia

Para que el mensaje del Evangelio se conservara vivo en la Iglesia, los apóstoles nombraron sucesores que transmitieran su enseñanza. “Las luces de la Tradición, la Sagrada Escritura (la Biblia) y el Magisterio de la Iglesia están unidas, de modo que ninguna puede estar aislada de los otras. Las tres, bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen eficazmente a la salvación de las almas” (Dei Verbum 10, 3). “El magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio; del depósito de la fe saca todo lo que propone para ser creído como revelación de Dios” (DV 10). Todos los fieles tienen parte en la comprensión y trasmisión de la verdad revelada. Han recibido la unción del Espíritu Santo que los instruye (1 Jn 2, 20-27) y los conduce a la verdad completa (Jn 16, 13).

3. LA FE, RESPUESTA A LA REVELACIÓN

Respuesta humana a la Revelación divina

La fe es una respuesta de entrega y decisión personal confiada a Dios. La fe es un don de Dios. El espíritu de Dios me hace creer. Creemos estando en la comunidad reunida por su Espíritu, que transmite la fe. El Espíritu que nos hace creer, nos hace orar y decir a Dios Padre.
Por la fe decimos: Yo creo, yo quiero creer, el Espíritu me hace creer, reunidos en la Iglesia por el Espíritu, creemos.
 Por su revelación, Dios habla a los hombres y mora con ellos para invitarlos a la comunicación consigo. Dios nos habla a través de la Naturaleza, de los acontecimientos de la historia, del testimonio de las personas y a través del interior de nuestro corazón. La respuesta a esta llamada es la fe. Por la fe, damos asentimiento a Dios que se revela. La sagrada Escritura llama a esta respuesta «obediencia de la fe», es decir, escuchar y seguir una llamada (cf.Romanos 1,5; 16,26). Creer es “escuchar y seguir”, es someterse libremente a la palabra escuchada, garantizada por Dios.
 La fe es una adhesión personal de la persona a Dios; es el asentimiento libre a toda la verdad revelada. El Señor dice a sus discípulos: «Creed en Dios, creed también en mí» (Jn14,1). El evangelista Juan dice: «A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo lo ha contado» (Jn1,18).
 La fe es un don de Dios. Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios». El Espíritu Santo nos revela quién es Jesús. Porque «nadie puede decir: “Jesús es Señor” sino bajo la acción del Espíritu Santo» (1 Co 12,3). Pero creer es un acto auténticamente humano. La fe es libre. La persona, al creer, debe responder voluntariamente a Dios; nadie debe ser obligado contra su voluntad a abrazar la fe.
 La fe fomenta el amor y la esperanza.
 La fe nos anticipa la entrada en la vida definitiva. Entonces veremos a Dios «cara a cara» (1 Co13,12), «tal cual es» (1 Jn 3,2). La fe es ya comienzo de la vida eterna. Ahora «caminamos en la fe y no en la visión» (2 Co 5,7), y conocemos a Dios «de una manera imperfecta” (1 Co 13,12). La fe se vive a menudo en oscuridad. El mundo parece lejos de lo que la fe asegura; las experiencias de mal, sufrimiento, injusticias y muerte tientan y ponen a prueba la fe.
 La fe es un acto personal:
 La respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela. Pero no es un acto aislado. Nadie puede creer solo. Nadie se da la fe a sí mismo, como nadie se da la vida a sí mismo. Recibimos la fe de otros y la transmitimos.
 “Creo”: Es la fe de la Iglesia profesada personalmente por cada creyente.
 “Creemos”: Es la fe de la Iglesia confesada en la comunidad reunida por el Espíritu. En el Ritual Romano, se pregunta al catecúmeno: “¿Qué pides a la Iglesia de Dios?” Respuesta: “La fe”. “¿Qué te da la fe?” “La vida eterna”.
 La Iglesia guarda la memoria de las palabras de Cristo y transmite de generación en generación la confesión de fe de los apóstoles.


 3 B. LA SEÑAL DE LA CRUZ
 Hacemos la señal de la cruz, diciendo: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es la señal deL cristiano, nuestra cédula de identidad. La señal de la cruz es una oración muy breve, que resume nuestra fe. Al hacer esta señal dirigiéndonos a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo no estamos diciendo que haya tres dioses, sino que estamos confesando o reconociendo nuestra fe en Dios, al que llamamos Padre, Hijo y Espíritu Santo.
 Creemos en Dios, Padre, Madre y Fuente de la Vida. Creemos en Jesús, que es Dios hecho hombre para mostrarnos el camino verdadero hacia la vida eterna. Creemos en la presencia de Dios dentro de nosotros, para darnos vida y hacer que nos demos vida unos a otros y ayudarnos a que caminemos por la vida llenos de esperanza hacia la vida verdadera y eterna.
 Cuando hago la señal de la cruz rezo reconociendo la fe con que Dios me hace creer en Él: creo en Dios que es Padre y Madre todo bueno y todo poderoso, creador de toda vida; creo en Dios que es Hijo, es decir, que se hizo humano como nosotros para que descubramos que somos todos hermanos y hermanas, hijos e hijas de Dios y por eso llamamos a Jesús el Hijo; creo en Dios que es Espíritu santo, Espíritu de vida, que está dentro de mí y dentro de todos los vivientes dando vida, haciéndonos vivir. La señal de la cruz es un resumen de nuestra fe: Dios, con corazón de Padre y Madre, revelado en Jesucristo, está presente en nuestra vida como Espíritu Santo, que nos hace vivir y convivir hacia la vida eterna.
 “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Es la señal del cristiano, nuestra cédula de identidad. Esta oración resume nuestra fe. Dirigirnos a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo no significa que haya tres dioses, sino que reconocemos nuestra fe en el Dios único, al que llamamos Padre, Hijo y Espíritu Santo. Con otras palabras: Luz, Camino y Vida. Luz de Verdad, Camino de Salvación y Vida Infinita.
 Llamamos Padre al Dios invisible, porque así nos enseñó Jesús a llamarle.
 Le llamamos Hijo, porque creemos que Jesús es el rostro visible del Dios invisible; se hizo humano y habitó entre nosotros, murió y resucitó para nuestra salvación.
 Le llamamos Espíritu Santo, porque creemos en su presencia dentro de nosotros dándonos vida y luz para el camino hacia la vida definitiva cuando resucitemos de la muerte hacia la vida divina.
 3 C.  LAS TRES PREGUNTAS PARA LA PROFESIÓN DE FE ANTES DFEL BAUTISMO
C.::¿Crees en Dios, Padre, Creador del cielo y de la tierra? Sí, creo
C.: ¿Crees en Jesucristo, verdadero hombre y Dios, que nació de la Virgen María, pasó por el mundo haciendo el bien, murió hacia la Vida de Dios, resucitó y vive eternamente? Sí, creo
C.: ¿Crees en el Espíritu Santo, para el perdón de los pecados, la resurrección de la muerte y la entrada en la vida verdadera? Si , creo

3 D. PADRE NUESTRO: LA ORACIÓN DE JESÚS, PALABRA POR PALABRA

Jesús nos enseñó a rezar. Nos enseñó a dirigirnos a Dios con la oración del Padre Nuestro. Quisiéramos poder explicar con palabras sencillas lo que significa cada una de las peticiones del Padre Nuestro y cómo rezarlo cada uno de nosotros desde nuestra vida de cada día.   Recemos junto con Jesús, levantando el corazón hacia Dios Padre y Madre.
 Padre nuestro: Dios, Padre mío y Padre nuestro. Dios, Padre y Madre. Dios, Fuente de la Vida. Dios, Padre de toda la humanidad, Tú nos das la dignidad humana, haciendo que seamos hermanos y hermanas en una misma familia de hijos e hijas de Dios.
 Que estás en el cielo: Que estás en la vida, que estás en nuestras vidas, que estás en nuestras familias con sus penas y alegrías, que estás en todas partes, dando vida.
 Santificado sea tu nombre: Tú solo, Señor, eres Santo. Que Te alabemos, te adoremos y te glorifiquemos. Que te demos gracias, Señor. Gracias por la vida, gracias por tu gloria.
 Venga a nosotros tu reino: Que reine en este mundo la verdad y la vida, la justicia y el amor.  Que hagamos un mundo de hermanos y hermanas, hijos e hijas de Dios.
 Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo: Que nos demos vida todas las personas, unas a otras mutuamente, para que la tierrra se convierta en un cielo. Hágase tu voluntad en la vida de nuestras familias y en el lugar de nuestro trabajo.
 Danos hoy nuestro pan de cada día: Danos fuerza de vivir, alimento para el cuerpo y el espíritu. Que nos demos mutuamente el pan para comer y el pan de compartir alegrías y sufrimientos. Danos el pan de tu Palabra y el pan de la Eucaristía.
 Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a quienes nos ofenden: Perdónanos, haznos capaces de perdonar y dejarnos perdonar. Perdona,Señor, a quienes no nos sentimos capaces de perdonar o de recibir perdón.
 No nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal: Líbranos de las heridas que recibimos y de las heridas que causamos. Que ayudemos a liberar a las víctimas del mal.

3 E. RESUMEN DE NUESTRA FE CON PALABRAS DE LA CARTA PRIMERA DEL APÓSTOL JUAN
 El apóstol Juan habla sobre la vida, sobre Dios que es amor y fuente de vida; sobre Jesucristo, Hijo de Dios, que nos da vida, para que nos demos vida mutuamente.
 La Vida eterna de Dios Padre, fuente de toda vida, se manifestó. Nosotros la vimos, oimos y tocamos… Os lo anunciamos para que también vosotros estéis unidos, formando una comunidad de creyentes en la vida, y así rebosemos de alegría… Quien dice estar en la luz y aborrece a su hermano,está en tinieblas… Ya desde ahora somos hijos de Dios, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos… Cuando se manifieste seremos semejantes a él. Lo veremos tal cual es. Y el verle así nos purificará y nos asemejará a él… El mensaje que oísteis desde el principio es este: que nos amemos unos a otros… El amor procede de Dios y todo el que ama, ha nacido de Dios. En esto se manifestó el amor de Dios al mundo, en que envió a su Hijo para que vivamos gracias a Él… A Dios jamás le ha visto nadie. Si nos amamos, Dios permanece en nosotros… Dios es amor y quien permanece en el amor, en Dios permanece, y Dios en él… Quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve…
Estas cosas os escribí para que sepáis que tenéis vida eterna…

3 E. RESUMEN DEL CREDO

CREO EN DIOS, PADRE, TODO PODEROSO, CREADOR DE CIELOS Y TIERRA
CREO EN DIOS, PADRE Y MADRE, FUENTE DE LA VIDA, TODO MISERICORDIA, VERDAD Y FUERZA INFINITA
El Credo comienza afirmando la fe en Dios Padre y Madre, Todo poderoso y todo misericordioso, Creador de cielos y tierra, creador de la evolución de la vida, creador de criaturas creadoras (que sean co-creadoras con Dios para la evolución de la vida). Dios es Único: no hay más que un solo Dios.
 Dios se reveló progresivamente y bajo diversos nombres. Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy». (Ex 3,13-15). Es el “Dios escondido” (Is 45,15) y es el Dios que se acerca a la humanidad. San Juan afirma: “Dios es Amor” (1 Jn 4,8.16); el ser mismo de Dios es Amor. Al designar a Dios con el nombre de “Padre”, el lenguaje de la fe indica principalmente dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios puede ser expresada también mediante la imagen de la maternidad (cf. Is 66,13; Sal 131,2) que indica más expresivamente la intimidad entre Dios y su criatura. Dios transciende la distinción humana de los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios.
 La fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del sufrimiento. A veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal. Pero Dios Padre ha revelado su omnipotencia misteriosamente en el anonadamiento voluntario y en la Resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal. La Creación da la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica humana: “¿De dónde venimos?” “¿A dónde vamos?” En el principio, Dios creó el cielo y la tierra” (Gn 1,1): La totalidad de lo que existe depende de Aquel que le da el ser. El Creador soberano y libre, causa primera de todo lo que existe, está presente en lo más íntimo de sus criaturas: “En él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28).

Realizada la creación, Dios no abandona su criatura a ella misma. No sólo le da el ser y el existir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y la lleva a su término. «Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces pues, si algo odiases, no lo hubieras creado. Y ¿cómo podría subsistir cosa que no hubieses querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubieses llamado? Mas tú todo lo perdonas porque todo es tuyo, Señor que amas la vida» (Sb 11, 24-26).
 Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su providencia confiándoles la responsabilidad de “cuidar la tierra” (cf Gn 1, 26-28) para completar la obra de la Creación, para su bien y el de sus prójimos. Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó” (Gn 1,27). De todas las criaturas visibles sólo el hombre es “capaz de conocer y amar a su Creador”; está llamado a participar en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad: Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien.
 La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que “Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2,7). Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios. A menudo, el término alma designa en la Sagrada Escritura la vida humana (cf. Mt 16,25-26; Jn 15,13) o toda la persona humana (cf. Hch 2,41). Pero designa también lo que hay de más íntimo en el hombre (cf. Mt 26,38; Jn 12,27) y de más valor en él (cf. Mt 10,28; 2M 6,30), aquello por lo que es particularmente imagen de Dios: El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la “imagen de Dios”: es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser templo del Espíritu (cf. 1 Co 6,19-20; 15,44-45): El alma espiritual no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte. El hombre y la mujer están hechos “el uno para el otro”: Al trasmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador. El pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse mutuamente. La doctrina del pecado original es, por así decirlo, “el reverso” de la “gracia original” con la que nacemos, pero que se ve amenazada por el “pecado del mundo”. La imagen del “pecado original” es como el negativo de una foto. Lo positivo es la Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todas las personas, que todas necesitan salvación y que la salvación es ofrecida a todas 4.

4. CELEBRACIÓN DE LA FE EN LOS SACRAMENTOS. SACRAMENTOS DE LA INICIACIÓN CRISTIANA

BAUTISMO: “Sumergir en el agua”. Sumergidos en Cristo, nos transformamos en Él «como nueva criatura» (2 Co 5, 17).  Cristo envía a: «Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19-20). Rito del Bautismo: sumergir en el agua o derramar agua sobre la cabeza, mientras se invoca el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. El Bautismo incorpora a Cristo y a su Iglesia; hace participar en comunidad con los demás cristianos.La Iglesia bautiza a los niños, cuya familia va a educarlos desde pequeños en la fe, para que estén libres del poder del mal y crezcan como miembros de la Iglesia. A quien va a ser bautizado se le pide la profesión de fe, expresada personalmente -en el caso del adulto-, o por medio de sus padres y de la Iglesia -en el caso del bautismo infantil-.

CONFIRMACIÓN: Este sacramento confirma la gracia del Bautismo, comunica el envío en misión como testigo de Cristo y robustece la fe adulta. Tiene tres partes:  (1) Unción con el crisma en la frente  (2), imposición de manos,  (3) “Recibe por esta señal el don del Espíritu Santo”. Concluye dando la paz.  “No sabemos como orar, pero el Espiritu nos hace orar” (Rom 8, 19). El Espiritu, que mora en nuestro interior, hace crecer en nuestro campo frutos: caridad, gozo, paz, etc. (Gal 5, 22-23).  El Espíritu de verdad os guiara en el camino hacia la verdad (Jn 16, 13).

EUCARISTÍA: Jesucristo instituyó la Eucaristía «la noche en que fue entregado» (1 Co 11, 23), durante la Última Cena. Jesús tomó en sus manos el pan, lo partió y se lo dio, diciendo: «Tomad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo que será entregado por vosotros». Después tomó en sus manos el cáliz con el vino y les dijo: «Tomad y bebed todos de él, porque éste es el cáliz de mi Sangre, Sangre de la Alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres, para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía». La Eucaristía expresa y produce la unión con la vida divina y la unidad del pueblo creyente. Este sacramento se expresa con diversos nombres: Eucaristía, Santa Misa, Cena del Señor.  La Iglesia, fiel al mandato del Señor: «Haced esto en memoria mía» (1 Co 11, 24), celebra la Eucaristía el domingo, día de la resurrección. La celebración se desarrolla así: el rito introductorio de la misericordia; la proclamación de la Palabra de Dios; la presentación del pan y del vino; la plegaria eucarística de la consagración; y la comunión. La vida de los fieles, su alabanza, su sufrimiento, su oración y su trabajo se unen a los de Cristo.  Jesucristo, en la Eucaristía, está realmente presente de manera sacramental, es decir, bajo las especies eucarísticas del pan y del vino. Esta conversión se realiza en la plegaria eucarística de la consagración, mediante la eficacia de la palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo.

SOBRE EL BAUTISMO

A los padres y madres, padrinos y madrinas de los niños o niñas que van a recibir el bautismo.

Les felicito y les doy la bienvenida por el bautismo de sus hijos. Permítanme que les recuerde lo que ustedes ya saben por su educación cristiana acerca de los sacramentos en general y del bautismo en particular.

Los sacramentos son señales visibles de la presencia invisible de Dios en nuestra vida. Los sacramentos son momentos y signos muy especiales de encuentro con Dios en nuestra vida.

Hay que distinguir dos clases de signos:

1) Signos (como una foto) que no son más que señales; por ejemplo, de un recuerdo de algo o alguien que no está presente.

2) Signos eficaces (como un abrazo) que son más que solo signos, porque, además de simbolizar algo, lo realizan. En estos signos está realmente presente lo que significan.

Un ejemplo de la primera clase de signos:  estoy lejos de casa y lejos de mi familia. Tengo ante mis ojos una foto. Al verla, recuerdo a mi familia. La foto es un signo que me recuerda a las personas que quiero y me hace sentirlas cerca. Pero no es más que un signo como recuerdo. Esas personas queridas no están en ese momento junto a mí.

Un ejemplo de la segunda clase de signos: Regreso a casa, después de haber pasado mucho tiempo fuera. Abrazo a mi madre. Ese abrazo es una señal de cariño. Pero no es una señal que me recuerde a mi madre, como era la foto; en el signo de ese abrazo está verdaderamente presente todo el amor y la persona de mi madre. 

Cuando decimos que la Eucarístía (la celebración de la Misa) es un sacramento  o un símbolo de la presencia de Jesucristo, queremos decir que está realmente presente; no como en la foto, sino como en el abrazo.

Los sacramentos son señales de la presencia de Dios en nuestra vida. Son señales de una presencia real. No solamente imagen, sino realidad. Son señales que realizan lo que significan.

En el sacramento del Bautismo y la Confirmación, a través de la señal del agua y de las palabras que nos sumergen en el amor de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, se hace presente la gracia y la vida de Dios que nos hace hijos suyos.

En el sacramento de la Eucaristía, a través de las apariencias de pan y vino, a través de las palabras de la consagración y a través de la comunión, del acto de comer y recibir el pan de vida, se hace realmente presente la vida de Cristo en nuestra vida para darnos la vida verdadera y eterna.

En el Sacramento de la Reconciliación, a través de las palabras de confesión y de absolución, se hace realmente presente la misericordia de Dios que nos perdona, nos cura y nos da fuerza para vivir con fe, esperanza y amor.

Al bautizar rociamos con agua, símbolo de vida y símbolo de la nueva vida. Rito del Bautismo: sumergir en el agua o derramar agua sobre la cabeza, mientras se invoca el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Bautizar significa sumergir en el agua y hacer salir del agua como un renacer, sumergir en la vida de Cristo para renacer como «una nueva criatura» (2 Co 5, 17). Se bautiza sumergiendo en el agua o derramando agua sobre la cabeza, mientras se invoca el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.  

Cristo nos envía como envió a los apóstoles: «Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19-20).

El Bautismo incorpora a Cristo y a su Iglesia; hace participar en comunidad con los demás cristianos.

La Iglesia bautiza a los niños, cuya familia va a educarlos desde pequeños en la fe, para que estén libres del poder del mal y crezcan como miembros de la Iglesia. A quien va a ser bautizado se le pide la profesión de fe, expresada personalmente -en el caso del adulto-, o por medio de sus padres y de la Iglesia -en el caso del bautismo infantil-.

SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

(Ritual para casos excepcionales en que el sacerdote autorizado por el Obispo administra en particular la confirmación a una persona bautizada, todavía no confirmada, que no puede participar en la ceremonia de confirmación por el obispo).

Celebrante: Celebramos la unción con el santo crisma de….(nombre de la persona). Comenzamos rezando juntos para pedir que el Espíritu Santo descienda sobre quien recibe la unción con el santo crisma, sobre su familia y sobre esta comunidad de hermanos y hermanas en la fe.

ORACIÓN:

Envíanos, Señor, tu Espíritu Santo, para que, caminando en la unidad de la fe y fortalecidos con su amor, contribuyamos a que la iglesia crezca como cuerpo de Cristo y ayude a la unión y la paz de toda la humanidad. Por Jesucristo, Nuestro Señor.     Todos: Amén

LECTURA DEL EVANGELIO: (Jn 20, 19.23)

Al anochecer del primer día de la semana, estban los discípulos en una casa con las puertas atrancadas por miedo a que las autoridades religiosas que condenaron a muerte a Jesús vinieran también a por ellos. Jesús resucitado se presentó apareciendo en medio de ellos y les dijo: Paz con vosotros. Fdicho esto, les mostró las señales de las heridas en sus manos y en el costado. Los discípulos se alegraron mucho de ver al Señor Jesús. El les dijo: Paz con vosotros. Como el Padre me ha enviado, os envío yo también. A continuación sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes reconozcan que necesitan pedir perdón, perdonadles de mi parte. Y a quienes no lo reconozcan, invitadles de mi parte a que reconozcan la necesidad de cambiar su corazón. A quienes les perdonéis los pecados, les quedarán pedonados. A quienes se los imputéis y denunciéis, les quedarán imputados y denunciados.

HOMILÍA

Hermanos, hermanas, en el Sacramento de la Confirmación nos encontramos con Dios y rezamos juntos: 1) para renovar como adultos la promesa del bautismo, 2) para recibir gracia del Espíritu Santo que fortalezca el crecimiento de nuestra fe, y 3) para ser bendecidos con el soplo de vida del Espíritu Santo, que nos envía a dar testimonio en el mundo de que Dios quiere la paz y reconciliación de toda la humanidad.

CONFESIÓN

C: Hermanos, hermanas, reconozcamos en silencio ante Dios las heridas de nuestro corazón y pidámosle que nos bendiga con misericordia.       (Rezamos en silencio)

C: Padre, ten piedad    T: Padre, ten piedad

C: Jesucristo, ten piedad  T. Jesucristo, ten piedad

C. Espíritu de Vida, ten piedad. , T: Espíritu de Vida, ten piedad

C: Que Dios, todopoderosos y todo misericordioso, tenga piedad de nosotros, sane nuestras heridas, perdone nuestras culpas y nos guíe por el camino de la vida hacia la vida verdadera.    T: Amén

RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS DEL BAUTISMO:

C: Renovemos, en la iglesia, la fe profesada el día de nuestro bautismo.

C: ¿Renunciáis al dominio del mal para vivir en la libertad de los hijos e hijas de Dios?     T. Sí, renunciamos

C: ¿Creéis en el Dios Creador de cielos y tierra, invisible, pero siempre presente como Padre y Madre de misericordia?   T: Sí, creemos

C: ¿Creéis en Jesucristo, Dios hecho humano, nacido de mujer, que pasó haciendo bien, inocente fue crucificado, murió hacia la vida de Dios, resucitó y vive eternamente?    T: Sí, creemos

C: Creéis en el Espíritu Santo, que vive en nuestro interior dándonos vida continuamente? T: Sí, creemos

ORACIÓN PARA PEDIR QUE VENGA EL ESPÍRITU SANTO

C: Dios de misericordia, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos regeneraste por el agua del bautismo y el Espíritu Santo y nos libras del mal, Escucha nuestra oración y envía el Espíritu Santo sobre quienes desean ser confirmados y confirmar su fe. Que venga tu Espíritu de Verdad y de Vida, tu Espíritu de miserticordia y amor, para colmar de gracia nuestro camino por la vida, en unión con todos los hijos e hijas de Dios hacia la vida eterna.   T: Amén

UNCIÓN CON EL SANTO CRISMA. CONFIRMACIÓN

C: N.,  recibe por esta señal de la unción con el santo crisma, el Don del Espíritu Santo.    N: Amén

C: La paz sea contigo  N: Y con tu espíritu

C: La bendición de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre toda vuestra familia.  T: Amén

SOBRE LA EUCARISTÍA

Los sacramentos son lugares, tiempos y acciones litúrgicas de encuentro con Dios.

Un sacramento es una señal visible de la comunicación de la gracia invisible.

En los sacramentos recibimos la bendición de Dios y somos enviados a bendecirnos mutuamente en la vida de cada día.El Señor nos da su paz, nos reconcilia, nos pacifica, nos da vida, y nos encarga la misión de reconciliar, pacificar y darnos vida unos a otros.

Jesucristo, Dios hecho hombre, es el sacramento de nuestro encuentro visible con el Dios invisible.

La vida de la Iglesia prolonga el cuerpo, la vida y la misión de Jesucristo. La vida de la Iglesia es toda ella sacramental, es decir, la vida de la Iglesia es toda ella un sacramento, un lugar y una comunidad donde nos encontramos con Dios.

El “sí”de Dios a nosotros y nuestro “Sí” a Dios

Jesucristo es, como dice san Pablo, el “Sí” de Dios a la humanidad.(Ver 2 Corintios 1, 15-32). En los sacramentos recibimos ese “Sí” de Dios y le respondemos dándole nuestro “Sí” a Dios. De este modo, los sacramentos son bendición y promesa. Recibimos agradecidos la bendición de Dios, le prometemos bendecirnos unos a otros y le pedimos la ayuda de su gracia para ello.

Por ejemplo, en el bautismo, la confesión de fe es nuestro “Sí”a Dios. En el matrimonio, el “Sí” de la promesa de los novios, es al mismo tiempo, un “Sí” a Dios, prometiéndole ser fieles los esposos mutuamente.

Los sacramentos, tal como los explica el Catecismo de la Iglesia Católica son: A) Sacramentos de la iniciación cristiana: Bautismo Confirmación, .Eucaristía. B) Sacramentos de sanación: Reconciliación, Unción de los enfermos. C) Sacramentos al servicio de la union de la comunidad: Matrimonio y Órdenes sagradas

En la liturgia de los sacramentos se usan palabras,gestos y acciones simbólicas de bendición (el agua, el aceite, la señal de la cruz para bendecir perdonando, el pan y el vino que se consagran, etc…)

Una aclaración sobre los símbolos: Hay que evitar dos maneras exageradas de entender los símbolos:

  1. no se deben entender como si no fueran más que señales, sin ninguna realidad

2) hay que evitar entender los símbolos como si fueran solo una realidad física, sin contenido espiritual. Lo veremos con un ejemplo. Vamos a comparer una fotografía y un abrazo como símbolos de amor.

La fotografía de las persona querida y el abrazo que se dan dos personas que se quieren son símbolos de amor. Pero el primero, la fotografía que me recuerda a esa persona en su ausencia es solamente un “símbolo recordatorio”, que es muy débil porque no va acompañado por la presencia de esa persona.

En cambio, el abrazo que se dan los que se quieren es un símbolo muy fuerte, que va acompañado de una realidad, porque en el abrazo están presentes realmente esas personas. Lo llamaremos “un símbolo sacramental”. Por eso decimos que Jesucristo está realmente presente en la Eucaristía.

No decimos que la eucaristía sea solamente un símbolo, no decimos que sea “nada más que un símbolo”, sino lo que decimos es que la eucaristía es “nada menos que todo un símbolo fuerte”, es decir, lo que se llama un símbolo sacramental.

Un símbolo sacramental es un signo que realiza lo que significa: la gracia y bendición que Dios nos da. Por eso se ha dicho desde antiguo en la iglesia que los sacramentos son signos visibles y eficaces de la gracia invisible, la comunican para unirnos con Dios dándonos su vida.

Ver más en: Alrededor de la Mesa. Orientaciones básicas para la primera comunión, Catholic Tokyo International Center, 2009, 44p. 300

La Misa

La Misa es la reunión de los cristianos el Domingo, Día del Señor, el día en que, reunidos en su nombre, celebramos que Jesús Resucitado vive para siempre y está presente entre nosotros

La misa se viene celebrando desde las primeras reuniones en comunidad de los discípulos de Jesús. Es la asamblea de los creyentes reunidos por el Espíritu de Jesús.

Esa reunión es la prolongación del cuerpo y la misión de Cristo. La misa hace memoria y a la vez hace presente la ofrenda de la vida de Jesús, recordando sus palabras en la Última Cena. Con razón se la llama”La Mesa o Cena del Señor”, “La Fracción del Pan”, la “Eucaristía” o “Acción de gracias”

Eucaristía, Acción de gracias

Eucaristía es una palabra griega. Eu: Bueno Kharis: Gracia, gracias, agradecimiento.

La Eucaristía está relacionada con la misión que Jesús encarga a sus discípulos. El nombre de Missa nos recuerda la “misión”. Como el Padre le envió, así nos envía Jesucristo a nosotros.

Al final de la misa nos despiden con una bendición, lo mismo que al principio nos reciben con una bendición. Al principio de la misa es una bendición de acogida. Al final es una bendición de envío en misión. “Podéis ir en paz”, dice el celebrante. Con otras palabras: No os quedéis aquí, salid fuera, id al mundo, a construir la paz en la vida diaria, en la familia y en el trabajo. Somos enviados por Jesús como él es enviado por el Padre para que ayudemos a descubrir el Reino de Dios y a construirlo.

Bendición, alabanza y gratitud

Bendecidos por el Señor, nos bendecimos mutuamente. Bendecir a Dios significa dar gracias y alabar a Dios. Dios nos bendice: nos da su amor, gracia y misericordia.En la Misa recibimos y agradecemos la bendición de Dios. Salimos de la misa enviados por Dios a la vida para vivir bendiciéndonos mutuamente unos a otros

EUCARISTIA (Desarrollo del esquema)

Aspecto negativo de los cultos en las religiones mistéricas: comunión con potencias telúricas personalizadas en divinidades ctónicas, cósmicas (ej. toro fuerte), cuyas vísceras se comían. No había encuentro personal con la divinidad ni con los hermanos.

. Ex 16,16: Este es el pan que os da el Señor; Ex 24,9: Esta es la sangre de la Alianza; Ex 24, 8-10: Santificación por la sangre (muerte sacrificial por los “muchos”), comunidad de mesa con la divinidad, nueva alianza, anticipación de gloria futura (dimensión escatológica). Acentuar solamente la cena de despedida antes de su muerte leva al peligro de la “Reforma”: un mero recuerdo evocador) y al peligro de la “Contrarreforma católica” ( presencia objetiva y estática).

Las comidas de las primeras comunidades. Vida y muerte de Jesús generarían recuerdo. Pero solamente la resurrección puede generar la presencia eucarística. cf. Jn 21 y Lc 24

3 relatos: a) Mt 22, 14-23  (más liturg.)y Mc 14, 17-21 (más histor.)

                      b) Lc22,14-23 (más liturg.) y i Co 11,23-26 (más histór.)

                      c) Jn13,1-17 y Jn 6

Lc: iniciativa de Jesús, apóstoles, escatología. Elabora sobre Pablo y Mt sobre Mc

Sangre: persona. La sangre física como bebida chocaría a los judíos. Pablo: Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre= la persona de Jesús como nueva alianza, en su vida que se entrega.

Alianza: Reino. Jesús habla del Reino vs. la alianza desprestigiada.

Jn 6 refleja Eucaristías del siglo I. Panes: banquete iniciático. Presencia de Cto. en Palabra, Pan entrgeado, Comunión (tres partes de liturgia eucarística)

Primeras eucaristías cristianas. Hechos 2, 4-6 y 20,7

La celebración festiva judía y la comunión helénica con lo divino mediante lo visible. de Jesús procedería la cena como creadora de comunidad. De la iglesia helenística la celebración cultual. Desescatologización, institucionalización y sacramentalización para el “tiempo intermedio”. De Pablo a Juna. Del Maran Atha de la Didaché al Ven, Espíritu de la epiclesis. Sed contra: demasiado insistir solamente en las comidas del Jesús histórico o solamente en lo escatológico llevarían a exagerar. Faltaría atención a Resurrección y a la originalidad que hay en Jesús con relación a comida festiva judía. El domingo apunta a un nuevo rito y una nueva temporalidad.

Llevar también cuidado con lo “mistérico”. No es comunión, míticamente hablando, con la divinidad que muere y resucita, sino con todo el destino de Jesús. Y no es para iniciados sino para toda la comunidad.

Con los judíos incorporados a comunidades cristianas se presentaban dos problemas: a) lo puro e impuro en alimentos b) el esquema señor-esclavo

La asamblea eucarística acaece según N.T. en torno a alguien que toma iniciativa de congregar su comunidad y no en torno a algo o a una idea. A diario iban al templo. El domingo en las casas: Hechos 2,46;5,42;12,12;Flm2; Col 4,1; 1Co 16,19; Hechos 20,7; 1 Co 16,2; Ap1,10;…1Co11,20: comida y eucaristía juntas. Se pasa de la cena a la mañana como el bautismo al alba.

Dos tipos de tradiciones sobre última cena: la cultual y la de cena de despedida. El culto no es el único medio de permanecer en contacto con aquél que ha dejado la tierra; está también el servicio fraternal.

En el siglo IV San Basilio dirá que no se haga la cena del Señor en las casas ni la cena corriente en las iglesias. Proceso de ritualización.

Nociones que cambian: sacrificio, etc. Diferencia de estas nociones si se las entiende desde Encarnación´descenso o desde Resurrección-Ascensión- ascenso. En vez de concentrarse en cómo se cambia el pan en Cto. centrarse en misterio de nuevo modo de presencia. Restaurar el relato como diálogo y acción y situar ahí los elemento del pan y del vino

 Hechos 2,46 agalliasis exultantes Lc 24; hechos 4 oac.; Hechos 1,4: y comiendo sal con ellos; Hechos 10,40 Los que comimos y bebimos con el resucitado; Ap.3,20 sto ad ostium et pulso;…

No es comida para acentuar identidad segregada (como judíos de Roma o esenios) de puros vs. impuros, sino de grupo acierto que comparte mesa. Ver tendencia judaizante: Hechos 15, Gal 2,12 Rom 14 1Co 10. Insiste el N.T. vs. A.T. en vincular koinonía fraterna y fracción del pan, caridad y culto. En vez de ir la beneficencia por separado al estilo judío.

La Eucaristía es alimento. Comulgar es comer. pero podemos preguntarnos: Nos llena? ¿Nos satisface? ¿A qué nos sabe? Una comida no sabe lo mismo si la tomamos solos o acompañados, ni lo mismo de pie que en la barra, ni lo mismo si está bien o mal cocinada…Cf.mc. No entendieron lo de los panes… Recordemos algunos aspectos de la eucaristía que nos ayudan a sacar más provecho y gusto de lla, para que nos alimente y llene.

– La s palabras de la consagración son parte de un relato que se cuenta en comunidad, invitando a una respuesta: diálogo y compartir (No es lo de la oelícula del renegado)

– Cuando se dice haced esto en memoria mía hay dos memorias: la memoria eucarística del culto y la del servicio y el compartir cotidianos. Se reúnen en las casa, recuerdan lo de Jesús, su despedida, vida entera y encargo del lavatorio. Y repiten dos acciones de Jesús que van más allá del espacio y del tiempo: la acción del culto y acción de gracias de sus palabras sobre el pan y la copa y la acción de su gesto del lavatorio y su encargo. Ambas acciones al repetirse nos dan la presencia del Resucitado.

– Sobre el altar: pan, vino y palabra. No animales para sacrificarlos ni mesa vacía esotérica. Cercano en lo cotidiano: presencia real= en una realidad sensible cotidiana (En Japón habría sido arroz…)

– No dice este pan sino esto…odo lo que el pan representa.

– Anunciamos tu muerte…Modo de vivir en el tiempo

– Por El, con El y en El Resumen de fe

– Danos el pan cotidiano: material, espiritual y eucarístico.

– El cuerpo que recibimos es el del Resucitado. Más que recibirlo nos recibe El a nosotros dentro de su cuerpo resucitado que lo llena todo. Somos metiidos dentro de El.

CELEBRACIÓN DEL PERDÓN EN EL SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN Y SANACIÓN

LA CELEBRACIÓN DEL PERDÓN: EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA

Preguntas para conversar sobre la confesión y para preparar su celebración durante el día de retiro que tendremos en Cuaresma.

¿Por qué este título tan largo? En japonés, el título del día de retiro dice solamente: El sacramento del perdón y la sanación. ¿Es lo mismo la celebración del perdón que la penitencia?

La celebración del perdón es lo principal del sacramento de la penitencia, que también se llama el sacramento de la reconciliación y conversión o, simplemente, la confesión.

O sea, ¿El sacramento de la penitencia es lo mismo que la confesión?

Sí. Pero lo principal en este sacramento es la celebración del perdón y la misericordia. A veces se entiende de una manera estrecha el significado de la confesión, como si fuese solamente confesar que somos culpables de algo de lo que se nos acusa o que nos acusamos a nosotros mismos. Pero fijémonos que la palabra confesión es mucho más amplia. Por ejemplo, cuando rezamos el Credo confesamos nuestra fe. El Credo se llama confesión de fe. En la confesión confesamos, es decir, reconocemos que necesitamos el perdón y reconocemos que creemos en el perdón.

¿Qué es lo principal de la enseñanza cristiana sobre el pecado?

Tres cosas: 1) Que reconocemos que necesitamos pedir perdón, 2)  que creemos en el perdón,  y 3)  que celebramos con agradecimiento la misericordia de Dios que siempre quiere perdonarnos.

¿Cómo y cuándo celebramos el perdón?

De muchas maneras y en muchas ocasiones, pero el momento principal de la celebración del perdón es dentro de la celebración eucarística, es decir, en la Misa. Además, en otras  ocasiones celebramos el perdón en forma de confesión  y absolución individual . Pero es importante que tanto la celebración del perdón al comienzo de la misa como la celebración del perdon en particular acompañados por un sacerdote, son ambas comunitarias y tienen la misma estructura: 1) reconocer personal y comunitariamente  la necesidad de perdón, 2)  Creer en el perdón y 3) recibir la bendición que nos cura, perdona y transforma.

¿Qué es un sacramento?

 Un símbolo visible de la presencia invisible de Dios que nos bendice cuando estamos reunidos en su nombre.

¿Cuál es el símbolo en este caso?

Las palabras de confesión de quien confiesa que necesita pedir perdón y las pabaras de absolución de quien nos dice de parte de Dios que somos perdonados.

¿Por qué se llama confesión? Porque confesar significa reconocer. Reconocemos la necesidad de pedir perdón, reconocemos la fe en el perdón, y reconocemos la vbida, con sus luces y sombras, a la vez que reconocemos y agradecemos la acogida por Dios de esas luces y sombras.

¿Por qué tenemos que ir a confesar con un sacerdote, en vez de hacerlo a solas con Dios?

Perdone, pero no está bien hecha esa pregunta. No nos confesamos con el sacerdote, sino nos confesamos ante Dios, acompañados por el sacerdote. La confesión no se hace ante un sacerdote como si estuviéramos delante de una ventanilla de la administración pública para pagar una multa. La persona que confiesa su necesidad de pedir perdón y el sacerdote que la acoge de parte de Dios y la acompaña de parte de la Iglesia, no están frente a frente, sino como si fueran caminando juntas, una al lado de la otra, recorriendo juntas el camino de conversión y mirando ambas hacia delante, en la misma dirección, hacia Jesucristo. En la celebración del perdón rezamos juntos y, a través de la conversación de reconocimiento y absolución, ambas personas, el celebrante y el penitente, se dirigen a Jesucristo, reconocen la necesidad de perdón y sanación, reconocen su fe en el perdón y reciben el perdón.

¿Qué confesamos en la confesión?

No sólo confesamos el pecado. Confesar significa también alabar, reconocer y manifestar. Confesamos la alabanza y gratitud. Confesamos, es decir, reconocemos la realidad de nuestras vidas con sus luces y sombras. Y confesamos la fe. “Yo confieso” significa “yo alabo la misericordia de Dios; yo reconozco que necesito pedir perdón y recibir su misericordia;  yo creo en el perdón de Dios . Confesor y penitente se ayudan así mutuamente a reconocerse pecadores perdonados, a agradecer el perdón y a confesar la fe orando juntos. La palabra de reconocimiento de quien se confiesa y la palabra de absolución de quien confirma de parte de Dios el perdón son sacramento, es decir, signo visible de gracia invisible, son símbolo de la transformación pacificadora y sanadora con la que nos cura y perdona la gracia del Espíritu del Señor.

¿Se ha celebrado siempre así este sacramento?

No. Durante siglos no existió en la iglesia la celebración de la penitencia por el método de la confesión con absolución individual. Pero lo que sí existió desde el principìo y no dejará de existir, aunque se cambie la manera de expresarla, es la llamada a la conversión, la fe en el perdón como parte del Credo y la oración que nos capacita para perdonarnos mutuamente en el Padre Nuestro.

¿Qué es perdonar? ¿Es lo mismo que permitir o tolerar ? ¿No hay cosas que son imperdonables?

Perdonar no es borrar, ni limpiar, ni decir que “aquí no ha pasado nada”, porque sí ha pasado y lo mal hecho, hecho está. Perdonar es reconocer que, a pesar de todo eso, Dios nos quiere librar de la esclavitud del pecado. ““Yo, dice Jesús (el único que puede decirlo) te libero del pecado. Yo pongo una barrera entre tus pecados y tú, yo doy un corte a la cadena que te esclaviza a tus pecados. El pecado y el mal siguen estando ahí, pero yo corto la relación, la vinculación, el encadenamiento entre el pecado y tú.  ”. El perdón es liberación, penitente y confesor ruegan por esa liberación y dan testimonio juntos de recibirla. Por eso el sacramento es pacificatorio, terapéutico o sanador y fuente de alegría.

Pero ¿No juzga el sacerdote al penitente?

El papel del sacerdote es más de médico o consejero que de juez. Más aún,  Penitente y confesor se ayudan mutuamente a reconocer que todos necesitamos pedir perdón, creer en el perdón y ser perdonados.

Entonces la confesión ¿no es solo “decir una lista de pecados”?

Así es. La confesión no es solamente confesión del pecado, sino confesión o reconocimiento de la necesidad de dar gracias a Dios, reconocimiento de su misericordia y reconocimiento de las dos caras de nuestra propia vuida, que siempre tiene a la vez luces y sombras.

¿Cómo es mejor hacer la confesión, a través de rejilla,en el confesionario o frente a frente sentados en la sala de visita?

Tanto si es a través de una rejilla como si es alrededor de una mesa, lo importante es que no estemos frente a frente, sino una persona al lado de la otra y las dos de cara al crucifijo que preside el lugar: rezando juntos, reconociendo juntos la necesidad de perdón y sanación y haciendo juntos un acrto de fe en el perdón y recibiendo juntos el perdón, por tanto, celebrando juntos el sacramento.

Cuando se sustituye el confesionario tradicional por unos locutorios favorables al coloquio penitencial hay que evitar colocar al penitente y el sacerdote frente a frente, como ante una mesa burocrática. Conviene que su postura forme un triángulo: Penitente y confesor, en oblicuo, se orientan hacia el icono, la imagen o el crucifijo, formando un triángulo. Se rompe la imagen del examinador o el juez, e incluso la del mero terapeuta o consejero. Confesor y penitente orientan a la vez sus miradas hacia la imagen que expresa el perdón y la acogida.

¿Qué quiere decir “cumplir la penitencia”?

No hay que entender la penitencia como si fuera un castigo, sino es mejor recomendar al penitente una oración como la que ponemos a continuación del ritual de la confesión (el salmo 51, por ejemplo).Esta oración sirve como señal de penitencia, de gratitud por el perdón recibido y como una especia de reconstituyente para fortalecernos espìritualmente.

Evangelios para los domingos de Cuaresma

2019-03-06  灰の水曜日   マタイ6, 1-6; 16-18

Cuando recéis, no seáis palabreros como los que se imaginan que por hablar mucho les harán más caso. Vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes que se lo pidáis.

03-10 四旬節、第一主日 ルカ4,1-13

El diablo dijo a Jesús: -Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.

Jesús le contestó: -No de solo pan vive el hombre.

03-17 四旬節、 第2主日   ルカ 9, 28-36

Mientras Jesús oraba, su rostro se transfiguró… Aparecieron Moisés y Elías, también resplandecientes, conversando con él y hablaban de su éxodo.

03-24 四旬節,第3主日 Luke13.1-9

Tres años llevo viniendo a buscar fruto en esta higuera y no lo encuentro. Córtala. ¿Para qué además a va a esquilmar el terreno?

03-31 四旬節、 第4主日   ルカ 15, 1-3; 11-32

Había que hacer fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo se había muerto y ha vuelto a vivir, se había perdido y se le ha encontrado.

04-07 四旬節、 第5主日  ヨハネ 8, 1-11

El que no tenga pecado, que le tire la primera piedra

Celebración del perdón dentro de la Misa

1 En el rito inicial

Al comenzar esta celebración eucarística, pidamos a Dios que nos conceda la conversión de nuestros corazones; así obtendremos la reconciliación y se acrecentará nuestra counión con Dios y con nuestros hermanos. (Pausa en silencio para reconocer las heridas y pedir la sanación).

Señor, ten misericordia de nosotros. Porque hemos pecado contra Tí

Muéstranos, Señor tu isericordia. Y danos tu salvación.

Dios todopoderosos tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve  a la vida eterna. Amén

2. Al cantar el Gloria

Tú que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.

3. Al hacer la confesión o profesión de fe, rezando el Credo.

Creo en el Espíritu Santo para el perdón de los pecados

4. Al rezar el Padre Nuestro

– Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos…

-Líbranos de todos los males y concédenos la paz

-No tengas en cuenta nuestros pecados sino la fe de tu iglesia…

5. Al prepararnos para recibir la comunión

-Enviado de Dios (Cordero de Dios) que quitas el pecado del mundo,…

-Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero tu palabra bastará para sanarme.

Celebración del perdón en el confesonario

En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.

Bienvenido, hermano/a la celebración del perdón.Jesús nos dijo: Sed misericordiosos como vuestro Padre Dios es misericordioso. Que la gracia del Espíritu Santo te ilumine para hacer tu confesión ante Dios con confianza en su misericordia.

Penitente…..(Hace su confesión)

  • Acompañados por la Iglesia pidamos perdón:

Yo confieso ante Dios todo poderosos y ante vosotros hermanos que he oecado muchio de pensdamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a Santa María siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a vosotros, hermanos, que intercedáispor mí ante Dios , nuestro Señor.

Dios Padre misericordioso, que reconcilió al mundo consigo por la muerte y resurrección de Jesucristo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesuia, el perdón y la paz. Y YO TE ABSUELVO DE TUS PECADOS EN EL NOMBRE DEL PADRE; Y DEL HJO; Y DEL ESPÏRITU SANTO.

En señal de penitencia y gratitud, (por ejemplo) le recomiendo el salmo 51. Que le sirva de ánimo para el camino de regreso después de su confesión. Ahora puede ir en paz.

Demos gracias a Dios.

4 D UNCIÓN DE LOS ENFERMOS

UNCIÓN DE UN ENFERMO EN PELIGRO

Saludo: La paz del Señor para este enfermo, su familia y la iglesia que lo acompaña.

Aspersión: Con la aspersión de esta agua bendita, que recuerda el bautismo, pedimos que Dios bendiga la vida doliente, alivie sus padecimientos y conforte su espíritu con a fé y esperanza.

Rito penitencial: En unión con nuestro hermano/a enfermo/a, pidamos y recibamos de la misericordia divina la sanación de nuestras heridas de cuerpo y alma y el perdón de nuestras culpas. Señor, ten piedad. Cristo, ten piedad. Señor, ten piedad.

Dios, Todo-bondadoso, ten misericórdia de este/a hijo/a tuyo/a, restablece su salud dale el perdón y el consuelo. Que viva Contigo, por Tí y en Ti. Amen.

Unción: Ungimos al enfermo com el óleo santo, en frente y en las manos, poniendo su enfermedad y su vida en manos de Dios con fe y confianza.  N…. Por esta santa Unción y por su divina misericordia, te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, te libre de toda culpa, te conforte en la enfermedad y te conceda la salvación. 

Ahora, todos juntos, en unión con el enfermo que ha sido puesto en manos de Dios, recemos de corazón la oración que Jesús nos enseñó.

Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, /como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos deje caer en la tentación, y líbranos del mak.

Que la bendición de Dios, todopoderoso y todo misericordioso. Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros. Amén.

 SACRAMENTOS DE UNIÓN DE COMUNIDAD: Matrimonio y orden

LOS SACRAMENTOS AL SERVICIO DE LA COMUNIDAD

ORDEN Y MATRIMONIO

El Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía son los sacramentos de la iniciación cristiana. Fundamentan la vocación común de todos los discípulos de Cristo, que es vocación a la santidad y a la misión de evangelizar el mundo. Otros dos sacramentos, el Orden y el Matrimonio, están ordenados a la salvación de los demás. Contribuyen ciertamente a la propia salvación, pero esto lo hacen mediante el servicio que prestan a los demás. Confieren una misión particular en la Iglesia y sirven a la edificación del Pueblo de Dios. En estos sacramentos, los que fueron ya consagrados por el Bautismo y la Confirmación para el sacerdocio común de todos los fieles, pueden recibir consagraciones particulares. Los que reciben el sacramento del Orden son consagrados para “en el nombre de Cristo ser los pastores de la Iglesia con la palabra y con la gracia de Dios”. Por su parte, ”     os cónyuges cristianos, son fortificados y como consagrados para los deberes y dignidad de su estado por este sacramento especial” .

SACRAMENTO DEL ORDEN

El Orden es el sacramento gracias al cual la misión confiada por Cristo a sus Apóstoles sigue siendo ejercida en la Iglesia hasta el fin de los tiempos: es, pues, el sacramento del ministerio apostólico. Comprende tres grados: el episcopado, el presbiterado y el diaconado. La Iglesia entera es un pueblo sacerdotal. Por el Bautismo, todos los fieles participan del sacerdocio de Cristo. Esta participación se llama “sacerdocio común de los fieles”. A partir de este sacerdocio y al servicio del mismo existe otra participación en la misión de Cristo: la del ministerio conferido por el sacramento del Orden, cuya tarea es servir en nombre y en la representación de Cristo-Cabeza en medio de la comunidad.

El sacerdocio ministerial difiere del sacerdocio común de los fieles porque confiere un poder sagrado para el servicio de los fieles. Los ministros ordenados ejercen su servicio en el pueblo de Dios mediante la enseñanza, el culto divino y por el gobierno pastoral.

Desde los orígenes, el ministerio ordenado fue conferido y ejercido en tres grados: el de los obispos, el de los presbíteros y el de los diáconos. El obispo recibe la plenitud del sacramento del Orden que lo incorpora al Colegio episcopal y hace de él la cabeza visible de la Iglesia particular que le es confiada. Los obispos, en cuanto sucesores de los Apóstoles y miembros del Colegio, participan en la responsabilidad apostólica y en la misión de toda la Iglesia bajo la autoridad del Papa, sucesor de san Pedro.

Los presbíteros están unidos a los obispos en la dignidad sacerdotal y al mismo tiempo dependen de ellos en el ejercicio de sus funciones pastorales; son llamados a ser cooperadores diligentes de los obispos; forman en torno a su obispo el presbiterio que asume con él la responsabilidad de la Iglesia particular. Reciben del obispo el cuidado de una comunidad parroquial o de una función eclesial determinada.

Los diáconos son ministros ordenados para las tareas de servicio de la Iglesia; no reciben el sacerdocio ministerial, pero la ordenación les confiere funciones importantes en el ministerio de la palabra, del culto divino, del gobierno pastoral y del servicio de la caridad, tareas que deben cumplir bajo la autoridad pastoral de su obispo.

El sacramento del Orden es conferido por la imposición de las manos seguida de una oración consecratoria solemne que pide a Dios para el ordenando las gracias del Espíritu Santo requeridas para su ministerio. La ordenación imprime un carácter sacramental indeleble.

La Iglesia confiere actualmente el sacramento del Orden a varones  bautizados, cuyas aptitudes para el ejercicio del ministerio han sido debidamente reconocidas. A la autoridad de la Iglesia corresponde la responsabilidad y el derecho de llamar a una persona a recibir la ordenación. En la Iglesia latina, el sacramento del Orden para el presbiterado sólo es conferido ordinariamente a candidatos que están dispuestos a abrazar libremente el celibato y que manifiestan públicamente su voluntad de guardarlo por amor del Reino de Dios y el servicio de las personas. Corresponde a los obispos conferir el sacramento del Orden en los tres grados.

EL SACRAMENTO DEL MATRIMONIO

San Pablo dice: “Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a la Iglesia […] Gran misterio es éste, lo digo con respecto a Cristo y la Iglesia” (Ef 5,25.32).La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen una íntima comunidad de vida y de amor, fue fundada y dotada de sus leyes propias por el Creador. Por su naturaleza está ordenada al bien de los cónyuges así como a la generación y educación de los hijos. Entre bautizados, el matrimonio ha sido elevado por Cristo Señor a la dignidad de sacramento El sacramento del Matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia. Da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna.

El matrimonio se funda en el consentimiento de los contrayentes, es decir, en la voluntad de darse mutua y definitivamente con el fin de vivir una alianza de amor fiel y fecundo. Dado que el matrimonio establece a los cónyuges en un estado público de vida en la Iglesia, la celebración del mismo se hace ordinariamente de modo público, en el marco de una celebración litúrgica, ante el sacerdote (o el testigo cualificado de la Iglesia), los testigos y la asamblea de los fieles.

La unidad, la indisolubilidad, y la apertura a la fecundidad son esenciales al matrimonio. La poligamia es incompatible con la unidad del matrimonio; el divorcio separa lo que Dios ha unido; el rechazo de la fecundidad priva la vida conyugal de su “don más excelente”, el hijo. El hogar cristiano es el lugar en que los hijos reciben el primer anuncio de la fe. Por eso la casa familiar es llamada justamente “Iglesia doméstica”, comunidad de gracia y de oración, escuela de virtudes humanas y de caridad cristiana.

ACOMPAÑANDO A LOS NOVIOS EN LA IGLESIA

 En las conversaciones de preparación para el matrimonio en la Iglesia, la comunidad que les acompaña por el camino hacia su enlace delante de Dios, conversa con ellos sobre el “sí” que se dan mutuamente los novios ante el altar.

El “sí” de los novios se realiza en cuatro momentos:

1 Cuando se prometen personalmente unirse (“Quiero casarme contigo”).

2. Cuando formalmente se certifica esa unión ante la sociedad (matrimonio civil

3. Cuando se bendice el matrimonio en la Iglesia ante Dios (matrimonio canónico).

4. A o largo de toda la vida, cuando los esposos vuelven a elegirse cada día mutuamente y renuevan la elección que hicieron al casarse. La boda, como ceremonia dura escasamente una hora. Pero el martrimonio como camino a recorrer juntos, dura toda una vida.

El Concilio Vaticano II (Gaudium et spes, n. 48) dice que el matrimonio es “comunidad de vida y amor”. La unión de dos personas en comunión de vida y amor no es un momento, sino un proceso. Se tarda toda una vida en realizarlo, pero a veces no se logra. La boda es un momento, pero el matrimonio es un proceso que dura mucho.La indisolubilidad matrimonial no es un sello, sino una meta del proceso para hacerse “una persona en dos personas”. “Serán los dos un solo ser” (Gen 2, 24 Mt 19, 4). El “Sí, quiero” no es una fórmula mágica que produzca automáticamente un vínculo, sino una promesa que ha de cumplirse para realizarse.

Nota sobre “enlace” y “desenlace”

No confundamos las tres clases siguientes de orientaciones de la Iglesia sobre el matrimonio: 1) La enseñanza de la Iglesia,inspirada en el Evangelio, propone el ideal de hacer de la union de los esposos una comunidad íntima de vida y amor en mutua fidelidad para siempre. 2) El ordenamiento jurídico del Derecho Canónico sobre la indisolubilidad del matrimonio entre bautizados o sobre las condiciones de su validez, nulidad o disolución son normas disciplinarias que la Iglesia ha ido reformando y renovando a fin .de que se adapten mejor a la misión salvífica que le ha sido confiada. 3) La atención pastoral acompaña la vida sacramental de las personas y familias creyentes.

El acompañamiento pastoral de parejas y familias abarca acompañarlas: 1) en el proceso de su enlace; 2) en el eventual proceso de un desenlace; y 3) en el proceso de rehacer el camino de su vida, a veces mediante segundas nupcias. La Iglesia deberá acoger a las personas: al bendecir un enlace; al reconocer un desenlace; y al acoger sacramentalmente a las personas divorciadas y vueltas a casar civilmente.

5 CREO EN DIOS PADRE TODOPODEROSO

CREO EN DIOS PADRE Y MADRE, TODOPODEROSO Y TODO MISERICORDIOSO, CREADOR DE CIELOS Y TIERRA

El Credo comienza por Dios Padre y Madre, Todo poderoso y todo misericordioso, Creado de cielos y tierra, creador de la evolución de la vida, creador de criaturas creadoras(que sean co-creadoras con Dios para la evolución de la vida).

Dios es Único: no hay más que un solo Dios.

Dios se reveló progresivamente y bajo diversos nombres. Dijo Dios a Moisés: «Yo soy el que soy». (Ex 3,13-15). Es el “Dios escondido” (Is 45,15) y es el Dios que se acerca a la humanidad. San Juan afirma: “Dios es Amor” (1 Jn 4,8.16); el ser mismo de Dios es Amor.

Al designar a Dios con el nombre de “Padre”, el lenguaje de la fe indica principalmente dos aspectos: que Dios es origen primero de todo y que es al mismo tiempo bondad y solicitud amorosa para todos sus hijos. Esta ternura paternal de Dios puede ser expresada también mediante la imagen de la maternidad (cf. Is 66,13; Sal 131,2) que indica más expresivamente la intimidad entre Dios y su criatura. Dios transciende la distinción humana de los sexos. No es hombre ni mujer, es Dios.

La fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia del mal y del sufrimiento. A veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal. Pero Dios Padre ha revelado su omnipotencia misteriosamente en el anonadamiento voluntario y en la Resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal.

La Creación da la respuesta de la fe cristiana a la pregunta básica humana: “¿De dónde venimos?” “¿A dónde vamos?”

En el principio, Dios creó el cielo y la tierra” (Gn 1,1): La totalidad de lo que existe depende de Aquel que le da el ser.

El Creador soberano y libre, causa primera de todo lo que existe, está presente en lo más íntimo de sus criaturas: “En él vivimos, nos movemos y existimos” (Hch 17,28).

Realizada la creación, Dios no abandona su criatura a ella misma. No sólo le da el ser y el existir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y la lleva a su término.«Amas a todos los seres y nada de lo que hiciste aborreces pues, si algo odiases, no lo hubieras creado. Y ¿cómo podría subsistir cosa que no hubieses querido? ¿Cómo se conservaría si no la hubieses llamado? Mas tú todo lo perdonas porque todo es tuyo, Señor que amas la vida» (Sb 11, 24-26).

Dios concede a los hombres incluso poder participar libremente en su providencia confiándoles la responsabilidad de “cuidar la tierra” (cf Gn 1, 26-28) para completar la obra de la Creación, para su bien y el de sus prójimos.

Dios creó al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer los creó” (Gn 1,27).

De todas las criaturas visibles sólo el hombre es “capaz de conocer y amar a su Creador”; está llamado a participar en la vida de Dios. Para este fin ha sido creado y ésta es la razón fundamental de su dignidad:

Por haber sido hecho a imagen de Dios, el ser humano tiene la dignidad de persona; no es solamente algo, sino alguien.

La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. El relato bíblico expresa esta realidad con un lenguaje simbólico cuando afirma que “Dios formó al hombre con polvo del suelo e insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2,7). Por tanto, el hombre en su totalidad es querido por Dios.

A menudo, el término alma designa en la Sagrada Escritura la vida humana (cf. Mt 16,25-26; Jn 15,13) o toda la persona humana (cf. Hch 2,41). Pero designa también lo que hay de más íntimo en el hombre (cf. Mt 26,38; Jn 12,27) y de más valor en él (cf. Mt 10,28; 2M 6,30), aquello por lo que es particularmente imagen de Dios:

El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la “imagen de Dios”: es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser templo del Espíritu (cf. 1 Co 6,19-20; 15,44-45):

El alma espiritual no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte.

El hombre y la mujer están hechos “el uno para el otro”: Al trasmitir a sus descendientes la vida humana, el hombre y la mujer, como esposos y padres, cooperan de una manera única en la obra del Creador.

El pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse mutuamente.

La doctrina del pecado original es, por así decirlo, “el reverso” de la “gracia original” con la que nacemos, pero que se ve amenazada por el “pecado del mundo”. La imagen del “pecado original” es como el negativo de una foto. Lo positivo es la Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todas las personas, que todas necesitan salvación y que la salvación es ofrecida a todas gracias a Cristo.

6  CREO EN JESUCRISTO, DIOS HECHO HOMBRE,
VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE.

Creemos que Jesús, el Enviado de Dios para nuestra salvación, es el Hijo eterno de Dios, verdadero Dios y verdadero Hombre.
Hacemos la señal de la cruz, diciendo: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. Nos dirigimos a Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo. Pero no estamos diciendo que haya tres dioses, sino que estamos confesando o reconociendo nuestra fe en el Dios único, al que llamamos Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Llamamos Padre al Dios invisible, porque así nos enseñó Jesús a llamarle. Le llamamos Hijo, porque creemos que Jesús es el rostro visible del Dios invisible, que se hizo humano y habitó entre nosotros, murió y resucitó para nuestra salvación. Le llamamos Espíritu Santo, porque creemos en su presencia dentro de nosotros dándonos vida y dándonos luz para guiarnos por el camino de la vida hacia la vida eterna cuando, al morir, entremos en la vida definitiva de Dios.para siempre.

Creemos en Dios, Padre, Madre y Fuente de la Vida. Creemos en Jesús, que es Dios hecho hombre para mostrarnos el camino verdadero hacia la vida eterna. Creemos en la presencia de Dios dentro de nosotros, para darnos vida y hacer que nos demos vida unos a otros y ayudarnos a que caminemos por la vida llenos de esperanza hacia la vida verdadera y eterna.

Cuando hago la señal de la cruz rezo reconociendo la fe con que Dios me hace creer en Él: creo en Dios, que es Padre y Madre todo bueno y todo poderoso, creador de toda vida; creo en Dios que es Hijo, es decir, que se hizo humano como nosotros para que descubramos que somos todos hermanos y hermanas, hijos e hijas de Dios y por eso llamamos a Jesús el Hijo.

Creo en Dios que es Espíritu santo, Espíritu de vida, que está dentro de mí y dentro de todos los vivientes dando vida, haciéndonos vivir.

“A Dios nadie lo ha visto jamás, dice el evangelista san Juan, es el Hijo único, que es Dios y está al lado del Padre, quien nos lo explicó”. Al Dios invisible nadie lo vió, pero Jesús, que es el rostro humano visible de Dios, nos lo interpretó, nos lo enseñó, nos lo mostró con los hechos y dichos de su vida; nos lo mostró con su vida, pasión y muerte; sobre todo, nos lo mostró con su resurrección. Al despedirse de sus discípulos en la Última Cena, les dijo: “Dentro de poco ya no me veréis, pero vendré de nuevo a vosotros como Espíritu y entonces me veréis y viviréis. Viviréis en mí y yo en vosotros, de la misma manera que yo vivo en la vida del Padre y el Padre vive en mí, porque el Padre y yo somos uno. El Espíritu Santo, que es el Espíritu de Jesús Resucitado y vivo para siempre, les hizo comprender a los discípulos de Jesús este misterio del Dios único que se manifiesta y nos bendice de estas tres maneras, como Padre, Hijo y Espíritu.
Padre, es decir, Padre y Madre, fuente de la Vida.
Hijo, es decir, imagen, rostro o símbolo visible del Padre, Luz reflejo del Padre, Camino hacia la Verdad del Padre. “Yo soy el Camino hacia la verdadera Vida”, dijo Jesús.
Espíritu santo, es decir, Presencia y Fuerza de Vida, que mora en nuestro interior dándonos vida más allá de la muerte.
El Dios invisible y escondido nos parece inalcanzable, pero Jesucristo nos lo hace cercano y alcanzable. La fe cristiana reconoce que Dios se nos ha revelado, es decir, se nos ha dado a conocer en Jesucristo, enviado de Dios y presencia de Dios mismo en forma humana entre nosotros.
El apóstol san Pablo había comprendido muy bien que la gracia con que Dios nos bendice es como una corriente de agua viva que desciende desde el Padre por el Hijo hasta inundar nuestro interior con el Espíritu. Y también nuestra manera de creer en Dios y darle gracias es también una corriente de alabanza que el Espíritu hace brotar de nuestro interior para que reconozcamos a Jesús, el Camino, y con él alabemos al Padre. Por eso decía Pablo al comienzo de su carta a la Iglesia de Éfeso: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor, Jesús-el Cristo, que nos ha bendecido desde el cielo con toda clase de bendición del Espíritu”
Evangelio significa Buena Noticia. La Buena Noticia es que Jesús nos ha explicado quién es el Dios invisible. Pero no es solo eso, es mucho más, porque la Buena Noticia es que Jesús mismo en persona es la presencia de Dios entre nosotros. Y esto nos lo enseña hoy a nosotros del mismo modo que se lo enseñó a los apóstoles, es decir, nos lo enseña comunicándonos su Espíritu. El Espíritu Santo dentro de nosotros nos dice quién es Jesús y nos hace decir junto con él, dirigiéndonos a Dios: Abba, Padre, en Tí confío. Creemos en el Dios Padre que se reveló en Jesús porque el Espíritu de Vida, el Espíritu de Jesús Resucitado nos hace creer.
Pero esto no se aprende solo con un catecismo o curso de introducción al cristianismo. Hace falta el silencio interior para escuchar la voz sin voz del Espíritu, de dos maneras: 1) en oración-meditación y 2) a través de los acontecimientos de la vida. Después, si en el curso de catecismo, se comparten experiencias de meditación y hechos de vida, se podrán empezar a entender algunos intentos de explicación como el que acabamos de hacer sobre expresiones de fe como estas, por ejemplo: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”; o “En el Espíritu, junto con Jesús, nos dirigimos al Padre”; o “Que os bendiga Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo”; o “Bendito sea Dios, Espíritu, Hijo y Padre”, etc…

7. JESÚS ES EL ENVIADO, EL CRISTO, EL SEÑOR

El Jesús de la historia

A comienzos del siglo I, en Palestina, un grupo de gente sencilla, la mayoría pescadores y algunas mujeres del pueblo, se sintieron atraídos por Jesús de Nazaret. Jesús aparecía como un nuevo tipo de profeta, con una autoridad moral y doctrinal diferente de la de los maestros habituales. Algunos discípulos llegaron a formar una comunidad a su alrededor y fueron testigos directos y cotidianos de lo que decía y hacía. Jesús anunciaba que el Reinado de Dios, prometido desde antiguo、 estaba cerca; que Dios estaba a punto de hacer algo nuevo para que llegue el Reinado de la Vida, la Paz y la Justicia.

Jesús decía que Dios acoge a pecadores, pobres, marginados, etc. Jesús anunciaba esto frente a una organización social y religiosa, que precisamente rechazaba a esa clase de personas. Jesús pedía conversión del corazón, vida en fraternidad, hacer a los demás aquello que uno quiere que le hagan a uno mismo, etc. Jesús decía todo esto y lo ponía en práctica con autoridad (Mt 1, 27) y confirmaba esta autoridad con señales que parecían venir de Dios, como las curaciones de cuerpo y espíritu. Además Jesús reinterpretaba con mucha libertad los preceptos de la religión judía, como cuando decía: “el descanso del sábado es para el bien de las personas y no las personas para cumplir el precepto del descanso del sábado”.

Los seguidores de Jesús, después de haber pasado por la experiencia dura de su muerte en cruz y por la experiencia espiritual (es decir, por revelación del Espíritu) de reconocer su resurrección, llegaron a la convicción de que en la vida, muerte y entrada en la vida divina de Jesús se cumplían las promeas de Dios desde antiguo por sus profetas.

Efectivamente estaba llegando el mundo nuevo del Reinado de Dios, del Reinado de la vida, la Paz y la Justicia que había anunciado Jesús. Más aún, comprendieron (porque el Espíritu de Jesús Resucitado se lo hacía comprender) que Jesús era el Mesías, es decir, el Enviado de Dios, y el Cristo, es decir, el Ungido por Dios para revelarnos a Dios, salvarnos y conducirnos a la vida verdadera, definitiva y eterna. Comprendieron los discípulos, al recibir el Espíritu Santo, la buena noticia de que Jesús es el rostro visible del Dios invisible: Jesús es, como se le llama en el libro del Apocalipsis, El Que Vive (Apocalipsis, 1, 17)

Del Jesús de la historia al Cristo de la fe

Se produjo entonces, entre la comunidad de los discípulos durante aquellos primeros años, lo que suele llamarse el paso del Jesús de la historia al Cristo de la fe. Es decir, el tránsito desde la experiencia de convivir con el hombre concreto Jesús a la experiencia espiritual de confesar la fe en Jesucristo, de reconocer la presencia de Dios mismo entre nosotros. Este paso fue posible gracias a la actuación del Espíritu Santo: el Espíritu de Jesús Resucitado, presente en el interior de cada discípulo y en medio de la comunidad de seguidores de Jesús.

Confesar la fe en Jesucristo es reconocer que Jesús es el Cristo, es decir, el. Enviado de Dios; más aún, es el mismo Dios hecho hombre para revelarnos el amor incondicional y y salvador de Dios hacia toda la humanidad.

Esta realidad de la presencia visible del Dios invisible en Jesus, que es rostro y símbolo de Dios para nosotros, no podía demostrarse con datos sensibles e históricos, ni con razonamientos; pero no era una afirmación sin fundamento, poque era consecuencia de estar poniendo en práctica, gracias a dejarse llevar por el Espíritu de Jesús, unas actitudes y opciones de acuerdo con los hechos y dichos de su vida.

¿Quiénes eran los que reconocían a Jesús como el Cristo, el Enviado, el Salvador? Los que se dejaban llevar por su Espíritu que les hacía posible vivir buscando y construyendo el Reino de la Vida y de la Paz, de la Verdad y la Justicia.

Reconocer a Jesús como el Cristo, el Mesías, el Enviado, el Señor, el Salvador.

La opción por Jesús se realiza desde un determinado lugar y desde una determinada actitud: reconocerse vulnerable, necesitado de salvación, de sanación, de perdón, etc. Los que estaban en estas disposiciones reconoccieron a Jesús. Por el contrario, los autoauficientes no lo reconocieron. Los que se creían justos no sentían la necesidad de ser salvados. Los que no se sentían enfermos no tenían necesidad de ser curados. Los que no se reconocían pecadores, no sentían la necesidad de dejarse perdonar. El camino para reconocer a Jesús no son las prácticas morales, ni las rituales, ni los razonamientos, sino la práctica espiritual de reconocer la propia nada: reconocer y agradecer que estamos recibiendo en todo vida como don gratuito. El pecado es la falta de correspondencia agradecida y la falta de conciencia del don recibido.

Se discutía en los primeros días del cristianismo sobre cómo era la presencia salvadora de Jesús entre nosotros. Unos decían que solo parecía Dios, pero que era solo un hombre, a través del cuál Dios actuaba. En el otro extremo estaban los que decían que era verdadero Dios y solo parecía ser hombre. La comunidad llegó finalmente a la convicción de que esas dos maneras extremas de hablar (para decir que Jesús solo era Dios en apariencia o que solo era hombre en apariencia) no correspondían con lo que habían vivido de cerca los primeros seguidores de Jesús, ni con lo que el mismo Jesús había dicho de sí mismo. Y asi se llegó a expresar el misterio diciendo que Jesús es el Cristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, verdadero Dios que se encarnó entre nosotros, la Palabra de Dios se hizo hombre, el Verbo (la palabra de Sabiduría divina) se hizo carne.

¿Qué quiere decir “sentado a la derecha de Dios”?

Es una manera de decir que es igual a Dios, que el Padre y yo somos uno. En los Concilios lo dijeron con palabras abstractas de filosofía: “consustancial” al Padre. Baste decir que Jesús es la presencia salvadora de Dios entre nosotros, que pasó haciendo bien, y murió “hacia la Vida”, triunfando con su muerte sobre la muerte y ahora vive para siempre glorioso, llenándolo todo con su Presencia salvadora.

 ¿Qué es la “Encarnación”? Dios se hizo hombre, su Palabra se hizo carne.

La Sabiduría divina se hizo hombre, se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios.”Dios nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10). “El Padre envió a su Hijo para ser salvador del mundo” (1 Jn 4, 14). “Él se manifestó para arrancar los pecados” (1 Jn 3, 5):

“En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de él” (1 Jn 4, 9). “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16). El Hijo de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiendo asumido nuestra humanidad, divinizara a los humanos.

La Iglesia llama “Encarnación” al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación. Hijo único del Padre, la Palabra eterna, es decir, Imagen del Padre, se hizo carne: sin perder la naturaleza divina asumió la naturaleza humana. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero Hombre en la unidad de su Persona divina; por esta razón Él es el único Mediador entre Dios y los humanos. La encarnación es, pues, el misterio de la admirable unión de la naturaleza divina y de la naturaleza humana en Jesucristo. «Jesucristo, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz» (Flp 2, 5-8)

La Encarnación no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos, frente a diversas herejías. La Iglesia confiesa así que Jesús es inseparablemente verdadero Dios y verdadero Hombre. Él es Dios que se ha hecho hombre, nuestro hermano, sin dejar de ser Dios, nuestro Señor

Al anuncio de que María dará a luz al “Hijo del Altísimo” por la virtud del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 28-37), María respondió por “la obediencia de la fe” (Rm 1, 5), segura de que “nada hay imposible para Dios”: “He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 37-38). Llamada en los Evangelios “la Madre de Jesús”(Jn 2, 1; 19, 25; cf. Mt 13, 55, etc.), María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como “la madre de mi Señor” desde antes del nacimiento de su hijo (cf Lc 1, 43). En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre. Desde las primeras formulaciones de la fe, la Iglesia ha confesado que cuando Jesús fue concebido en el seno de su madre María actuó maravillosamente el poder del Espíritu Santo

Jesús inaugura el nuevo nacimiento de los hijos de adopción en el Espíritu Santo por la fe. La acogida de esta vida es virginal porque toda ella es dada al hombre por el Espíritu. El sentido esponsal de la vocación humana con relación a Dios (cf.2 Co 1, 2) se lleva a cabo perfectamente en la maternidad de María. Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre, nace de mujer en el seno de una familia humana y nace al mismo tiempo por obra y graciadel Espíritu Santo. La virginidad simbólica de María es el signo de su fe y de su entrega total a la voluntad de Dios (cf. Co 7, 34-35). Su fe es la que le hace llegar a ser la madre del Salvador: “Más bienaventurada es María al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne de Cristo” , decía San Agustín.

8  BAJÓ DEL CIELO Y SE HIZO HOMBRE PARA NUESTRA SALVACIÓN

La Palabra-Sabiduría de Dios se hizo hombre

A primera vista esta expresión, “bajó del cielo”, parece mitológica, pero no hay que entenderla como si Dios no estuviera ya desde siempre aquí presente en todas partes. Es una manera de decir que Dios, sin dejar de ser Dios, puede también pasar a vivir una vida como la nuestra. Es lo que designamos con el nombre de “encarnación”.  Dios se hace hombre como nosotros. El Nuevo Testamento lo expresa con palabras como las siguientes:

Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Juan 3, 16).

Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene, en que envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de Él” (1 Juan 4, 8-9).

La Palabra estaba con Dios y la Palabra era Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria” (Jn 1, 2 y 14).

Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Jesucristo. Él, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando la condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres, apareciendo en su porte como un hombre cualquiera, se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte, y muerte en cruz” (Fil 2, 5-9)

Este descenso y abajamiento de Dios se realiza por amor. Dios sale como el pastor al encuentro de la oveja perdida para recupertarla y sanarla. La encarnación transforma nuestras expectativas sobre Dios: nos hace pasar de la idea de un Dios del Poder a la idea de un Dios del Amor, la solidaridad y la misericordia. El Dios encarnado nos muestra el sentido de la vida humana: vivir la relación filial con Dios como relación fraterna solidaria con todas las personas y particularmente con las más necesitadas.

Para nuestra salvación

Decimos en el Credo que Dios se hizo humano, se encarnó para nuestra salvación. Pero ¿Qué experiencia tenemos o cómo sentimos la necesidad de que nos salven? El apóstol san Pablo tenía esta experiencia cuando decía: “No hago el bien que quiero; el mal que no quiero, eso es lo que ejecuto” (Rom 7, 19-20) Pablo se preguntaba: ¿Quién me librará de estas contradicciones que llevo dentro de mí mismo? Y encontraba la respuesta en el misterio de la Encarnación: Jesucristo, Dios hecho humano para nuestra salvación, me librará de mí mismo y me librará del mal: del mal que yo hago a otros; del mal que otros me hcen a mí; y del mal que me hago a mí mismo. La salvación es la iniciativa y la oferta de Dios para restablecer la relación originaria con Él, con todos los seres humanos, con todas las cosas y conmigo mismo. En Jesús, el Enviado, el Cristo, Dios mismo baja del cielo para revelarnos el misterio de Dios y para nuestra salvación, para librarnos del mal. Jesucristo restablece la armonía en nuestra relación con Dios, y en la relación entre nosotros y con a Naturaleza.

 ¿Qué significa Redención?

En el Nuevo Testamento los escritos de los apóstoles hablan de esta salvación con diversas comparaciones Una de ellas es la del rescate o redención. Es una imagen que ayuda, si se entiende bien, pero que se ha prestado, a lo largo de la historia del cristianismo, a malentendidos. Por ejemplo, algunos pedicadores medievales tomaron muy al pie de la letra la imagen del rescate que se paga para salvar a un preso. A veces se llegó a usar expresiones tan exageradas como decir, por ejemplo, que Jesús paga con su sangre un precio de valor infinito para rescatarnos. Lo que es aprovechable en esta comparación con el rescate es el hacernos ver que estamos en una situación penosa, como esclavos del mal, que no podemos salir de esa situación por nuestras propias fuerzas y que Dios quiere liberarnos. Para eso viene Dios a compartir nuestra vida en todo hasta dar la vida, porque lo matan por haberse puesto de parte de nuestra liberación. Pero no hay que entender la crucifixión como si fuese un castigo que Jesús sufre en lugar nuestro o como si fuese un precio a pagar a cambio de nuestra salvación. El sacrifico de Jesucristo es el amor infinito que ofrece gratuitamente:

 “Lo que quiero es amor y no sacrificios”; Oseas 6,6; Mateo 9, 13 y 12, 7).

“Tú amas todo lo que existe y no terepugna nada de lo que has creado, ya que no creas nada sin amarlo.Nada ni nadie podría substuir si no fuera amado por Tí. Señor, Tú te apiadas de todo porque todo es tuyo y Tú lo mas, Señor, Tú que eres el Amigo de la vida” (Sabiduría 11, 24-26).

 Lo mejor de la salvación: hacernos capaces de amar

Salvación es liberación del pecado, del mal y de la muerte. Pero no debemos tener solamente una imagen negativa de la salvación. Lo principal de la salvación, que Jesucristo nos proporciona, es algo muy positivo: cuando Jesucristo nos salva, no sólo nos perdona los pecados, sino que nos restablece en la condición de hijos de Dios y nos da su Espíritu para que nos haga capaces del amor fraterno y la compasión universal. La salvación es el pleno restablecimiento de la comunión amorosa con Dios y entre todas las personas.

 Esta salvación no se puede imponer, porque el amor no impone. En una declaración de amor, se ofrece el amor y se espera la respuesta. Dios ofrece su amor gratuitamente, pero quien recibe la propuesta tiene la responsabilidad de aceptarla. El pecado es precisamente eso: el rechazo de la declaración de amor que Dios nos hace gratuitamente. Por parte de Dios, la salvación es gratuita; pero es responsabilidad nuestra el aceptarla. Necesitamos continuamente una conversión de respuesta al amor, en vez de encerrarnos en nuestro ego rechazando la capacidad de amar que Dios nos ofrece. El pecado es la negación del amor. Jesucristo, solidario con toda la humanidad, ofrece a Dios Padre, en nombre de toda la humanidad, un amor pleno que compensa toda la falta de auténtico amor en el mundo entero. Como dice la carta a los Hebreos (4, 16), no tenemos en Jesucristo a un sacerdote “incapaz  de comprender nuestras debilidades, sino uno probado en todo igual que nosotros, excluido el pecado. Acerquémonos por tanto confiadamente a la sede de la gracia para alcanzar misericordia”.El valor del sacrificio de Jesús está todo en su amor y en la ofrenda que por amor hizo al Padre de una experiencia humana como la nuestra.

9. JESÚS, MARÍA Y JOSÉ: FAMILIA HUMANO-DIVINA

El Misterio de la Navidad, en Credos y Catecismos

La Anunciación a María inaugura “la plenitud de los tiempos”(Ga 4, 4), el cumplimiento de las promesas divinas. El Espíritu Santo fue enviado para santificar el seno de la Virgen María y fecundarla por obra divina, haciendo que ella conciba al Hijo eterno del Padre en una humanidad tomada de la suya.

El Hijo único del Padre, al ser concebido como hombre en el seno de la Virgen María es “Cristo”, es decir, el ungido por el Espíritu Santo (cf. Mt 1, 20; Lc 1, 35) desde el principio de su existencia humana. Toda la vida de Jesucristo manifestará “cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo” (Hch 10, 38).

“Dios envió a su Hijo” (Ga 4, 4), pero para “formarle un cuerpo” (cf. Hb 10, 5) quiso la libre cooperación de una criatura. Para eso desde toda la eternidad, Dios escogió para ser la Madre de su Hijo a una joven judía de Nazaret en Galilea, “desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de ella era María” (Lc 1, 26-27):

Al anuncio de que ella dará a luz al “Hijo del Altísimo”, por la virtud del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 28-37), María respondió por “la obediencia de la fe” (Rm 1, 5), segura de que “nada hay imposible para Dios”: “He aquí la esclava del Señor: hágase en mí según tu palabra” (Lc 1, 37-38). Llamada en los Evangelios “la Madre de Jesús”(Jn 2, 1; 19, 25; cf. Mt 13, 55, etc.), María es aclamada bajo el impulso del Espíritu como “la madre de mi Señor” desde antes del nacimiento de su hijo (cf Lc 1, 43). En efecto, aquél que ella concibió como hombre, por obra del Espíritu Santo, y que se ha hecho verdaderamente su hijo según la carne, no es otro que el Hijo eterno del Padre. Por eso pudo la Iglesia llamar a María Madre de Dios (Concilio de Éfeso, año 649). Desde las primeras formulaciones de la fe, la Iglesia ha confesado que Jesús fue concebido en el seno de la Virgen María por el poder del Espíritu Santo. Los escritores y predicadores cristianos, que llamamos los Padres de la Iglesia, ven en esta concepción el signo de que el Hijo de Dios ha venido a este mundo encarnado en una humanidad como la nuestra. Los relatos evangélicos (cf. Mt 1, 18-25; Lc, 26-38) presentan su concepción como una obra divina que sobrepasa toda comprensión humana (cf. Lc 1, 34): “Lo concebido en ella viene del Espíritu Santo”, dice el ángel a José a propósito de María, su desposada (Mt 1, 20). La Iglesia ve en ello el cumplimiento de la promesa divina hecha por el profeta Isaías:  “He aquí que una joven concebirá y dará a luz un hijo” (Is 7, 14 Mt 1, 23).

La familia humano divina de María, José y Jesús. Reflexiones de fe adulta

José, no tengas reparo en unirte a María (Mt 1, 20). La narración del sueño de José también está relacionada con la maravilla y misterio de todo nacimiento humano. “La Navidad pone de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano” (Juan Pablo II, Evangelium vitae, 1). A la luz del nacimiento de Jesús, se pone de relieve lo que hay de extraordinario en todo nacimiento ordinario

Desde la antigüedad, por influjo de algunas maneras estrechas de pensar sobre la sexualidad, se veía a veces la actuación del Espíritu como si fueras incompatible con la relación matrimonial. Esa manera de pensar impèdía que se reconociera el soplo del Espíritu vivificando cada procreación. Todo nacimiento se origina, a la vez, por obra de los progenitores y por obra del Espíritu de vida.

El ángel le hace comprender en sueños a José que la criatura nace en el seno de su familia por obra del Espíritu Santo. “No dejes de llevarte a María contigo. No creas que porque intervenga el Espíritu tu papel está de sobra. No tienes que alejarte de ella para dejar que Dios haga algo grande con vuestra familia. No vas a entrar en competencia con el Espíritu. Tu papel es compatible con la acción de Dios y con que Jesús sea el Cristo.”

Lo que cuentan Mateo y Lucas en los evangelios de la infancia de Jesús no es propiamente un nacimiento espectacular al estilo de las narraciones que ensalzaban míticamente al emperador Augusto divinizándolo. El evangelio pone el acento en lo misterioso del nacimiento, más que en lo excepcional. Toda criatura humana nace como Jesús: procreada por su madre y padre, pero a la vez, por obra del Espíritu de Vida. Así, a la luz divina de la Navidad, descubrimos y proclamamos lo prodigioso de todas las natividades humanas. En vez de medir el nacimiento de Jesús con el patrón que confunde lo divino con lo anormal, vemos los demás nacimientos a la luz de éste.

Con imágenes de mitologías paganas, depuradas por la reflexión judía, el evangelista no habla de fisiología, sino de realidad profunda: Asumir una maternidad y paternidad humanas es dejar que Dios se revele en la criatura nacida y que aparezca en el mundo la realidad de Enmanuel, Dios con nosotros

Jesús viene al mundo nacido de mujer (Gal 4,4) y muestra a Dios cercano. Se equivocaban quienes decían: “un dios olímpico se acostó con una virgen y nació un héroe, semidios y sobrehumano”. Se equivocaban quienes objetaban: “si nace como nosotros, no puede ser divino”. Se equivocaban quienes pensaban: “si violan a la madre y el desposado la acoge, o si concibe antes de la boda, no es digno ese embarazo”. María y José no pierden la virginidad al unirse para procrear, sino que se hacen vírgenes al unirse para hacerse padre y madre del fruto de su amor. Hay que ser poeta como Lucas y Mateo para plasmar tan bellamente en sus evangelios el misterio de la encarnación de lo divino en lo humano: se consuma cuando una mujer y un varón se dan y reciben por completo, convirtiéndose en vírgenes precisamente por hacerse receptores y engendradores de vida.

Relatos evangélicos de Navidad

Justo por aquellos días, entre  apresurada y perpleja, María se animó a ponerse en camino hacia la sierra. Llegó al pueblo de Judá donde vívían Zacarías e Isabel, entró en la casa y saludó a su prima. Al oir Isabel el saludo de María, la criatura dio un salto en su vientre e Isabel se llenó de Espíritu Santo. Y le dio la bienvenida con gritos de gozo: -¡Dichosa tú, cariño, bendita entre las mujeres, y bendita la criatura que llevas dentro! ¿Pero quien soy yo para que venga a mi alumbramiento la que va a alumbrar a quien es lo más grande que nos puede pasar, nada menos que la “madre de mi Señor”? ¡Dichosa, hija mía, bendita tú que siempre te fías de la palabra y promesas que vienen de arriba! A lo que María, abrazándola, respondió: -Así es prima mía, así es, que tengo una alegría que se me sale el corazón del cuerpo, cantemos con toda el alma las maravillas del Señor. Con lo poca cosa que somos, y mira cuánto nos quiere.(Lc 1, 39-47).

Así nació Jesús, el Enviado. María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que estaba embarazada: actuaba en sus entrañas el Espíritu de Vida. Su esposo, José, que era hombre justo, cavilaba en silencio desvelado. Cuando al fin concilió el sueño, le angustió una pesadilla: ¿Infamar en público a María? ¿Repudiarla en secreto? ¿Atreverse a preguntarle qué ha pasado? ¿Qué le han hecho?… La pesadilla se tornó sueño tranquilo y una visión angélica le calmó la arritmia: “José, descendiente de David, no tengas reparo en unirte a María. Al fruto de su seno le está dando aliento el Espíritu del que Vive. Dará a luz un hijo, será vuestro hijo y le pondréis por nombre Jesús, que significa el que libra del mal a su pueblo.      (Mt 1, 18-21)

Unos pastores pasaban la noche al raso velando el rebaño. La gloria del Señor los envolvió de claridad y se asustaron. El ángel dijo: No temáis, os traigo buena noticia, gran alegría para todo el pueblo. Ha nacido el que os libera, lo encontraréis envuelto en pañales y acostado en un pesebre, por ser alimento, pan de vida para todo el pueblo. ¡Gloria a Dios en las alturas, y paz en la tierra a todos los hombres y mujeres, porque a todos los ama el Señor.       (Lc 2, 8-14)

Envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret, a casa de María, una muchacha desposada con José, de la estirpe de David. Apareciendo ante ella, el ángel la saludó diciendo: Alégrate, agraciada por la presencia del Señor contigo. Ela se turbó al oir estas palabras, preguntándose qué saludo era aquél. El ángel le dijo: Tranquila, María. El Señor te ha concedido su favor.Vas a concebir en tu seno y dar a luz un hijo, y le pondrás de nombre Jesús. (Lc  1, 26-31)

Sus padres iban en peregrinación cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús había cumplido doce años subieron ellos a la fiesta según la costumbre, y cuando los días terminaron, mientras ellos se volvían, el joven Jesús se quedó en Jerusalén sin que se enteraran sus padres. Creyendo que iba en la caravana, después de una jornada de camino se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, regresaron a Jerusalén en su busca. A los tres días lo encontraron en el templo sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que lo oían estaban desconcertados de sus inteligentes respuestas. Al verlo, quedaron impresionados, y le dijo su madre:  -Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? ¡Mira con qué angustia te buscábamos tu padre y yo! Él les contestó: -¿Por qué me buscábais? ¿No sabíais que yo tengo que estar en lo que es de Abba? Pero ellos no comprendieron lo que les había dicho. Jesús bajó con ellos, y siguió viviendo en casa en Nazaret, sumiso a sus padres. Jesús iba adelantando en saber, en madurez y verse agraciado ante Dios y ante la gente.         (Lc  2, 41-52)